La aparición de la esquizofrenia traza una frontera en la vida de los afectados y de su entorno. Asimismo, la sobrecarga que experimentan familiares y amigos cercanos en el cuidado de estos enfermos es un reto pendiente de solución por parte de las autoridades sanitarias. No obstante, existen recomendaciones y asociaciones de apoyo que pueden aliviarla.
Enfermedad crónica

Estigma social, incapacidad para trabajar, deterioro de las relaciones familiares y distanciamiento de los amigos son algunas de las consecuencias que sufren las personas con esquizofrenia. Este trastorno mental marca un punto de inflexión en la biografía de quienes van a convivir con ella desde el momento en que se manifiesta, con gran impacto en su calidad de vida. La persona que la padece se convierte en un enfermo crónico y el entorno más próximo en su cuidador.
Alrededor de un 1% de la población padece esta enfermedad, un dato similar por sexo, edad y por países. Aunque este porcentaje parezca bajo, significa que solo en España hay unos 400.000 enfermos de esquizofrenia y, por lo tanto, otras tantas familias afectadas.
Alrededor de un 1% de la población padece esta enfermedad, un dato similar por sexo, edad y por países. Aunque este porcentaje parezca bajo, significa que solo en España hay unos 400.000 enfermos de esquizofrenia y, por lo tanto, otras tantas familias afectadas.
¿Qué es la esquizofrenia?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como persona con esquizofrenia a aquella que, sin razón aparente, muestra una conducta anómala que dura más de un mes ininterrumpidamente y que se caracteriza por distorsión de la percepción, del pensamiento y de las emociones. Los afectados creen que los demás comparten sus pensamientos, sentimientos y actos más íntimos y llegan a creerse el centro del mundo, según define la guía "Entre la incertidumbre y la esperanza. La esquizofrenia en familia", editada por la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Enfermos Mentales Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Enfermos Mentales (FEAFES).
Los síntomas de las fases más graves de la enfermedad son agitación, insomnio, ideas delirantes y alucinaciones
No es un estado de "doble personalidad", ni fruto de la baja escolarización, ni el resultado de un trauma psicológico infantil, reconoce la "Guía interactiva para pacientes con enfermedades de larga duración", de Miquel Bernardo, director del Programa de Esquizofrenia del Hospital Clínic de Barcelona. Cada vez se conocen más factores relacionados con la enfermedad: hasta ahora se han identificado 15 marcadores genéticos de riesgo, aunque no son condición suficiente para sufrirla. Se sabe que la base genética de cada persona predispone a padecerla, pero no es determinante. Para que lo sea, tiene que haber un factor ambiental que la ponga en marcha.
Entre estos factores se han identificado agentes químicos (los fumadores de marihuana tienen más riesgo) y factores ambientales como la malnutrición (en China y en Holanda se observó, durante la Segunda Guerra Mundial, un aumento de casos). Aunque aún está en fase de estudio, también se ha visto que puede tener relación con alguna infección del feto durante el embarazo. Un reto de la investigación actual es conocer mejor el puzzle de los factores que la propician para poder prevenirla.
Entre estos factores se han identificado agentes químicos (los fumadores de marihuana tienen más riesgo) y factores ambientales como la malnutrición (en China y en Holanda se observó, durante la Segunda Guerra Mundial, un aumento de casos). Aunque aún está en fase de estudio, también se ha visto que puede tener relación con alguna infección del feto durante el embarazo. Un reto de la investigación actual es conocer mejor el puzzle de los factores que la propician para poder prevenirla.
Abanico de síntomas
Los síntomas que despiertan la sospecha de los psiquiatras ante un caso de esquizofrenia son los prodrómicos o iniciales. Tener pensamientos extraños y mágicos, tender al ensimismamiento y aislamiento, timidez muy forzada, imaginación exagerada, repentinas pérdidas de interés, merma del rendimiento académico, absentismo escolar, súbito interés por temas de ocultismo y psicología o tornarse sumamente religioso pueden poner sobre aviso de que se avecina un brote psicótico, que suele manifestarse en forma de brotes o crisis, a los que sigue un periodo de remisión.
Los enfermos tienen dos grandes tipos de síntomas, los positivos y los negativos, que no significa que sean buenos y malos. Los positivos son los que las personas sanas no tienen y los negativos son conductas normales, que también forman parte de la vida de las personas sanas, y que los afectados van perdiendo. Los más "aparatosos" son los positivos, propios de las fases más graves de la enfermedad, como la agitación, el insomnio, las ideas delirantes y las alucinaciones, según las cuales los pacientes piensan que les persiguen, oyen voces o se muestran más agresivos.
En cambio, entre los síntomas negativos figura la falta de voluntad para hacer cosas sencillas, no experimentar sentimientos en ciertos casos o no tener un pensamiento coherente y fluido.
Según los síntomas que predominen, se distinguen distintos tipos de esquizofrenia. La más frecuente es la paranoide, que se caracteriza por un predominio de los síntomas delirantes y alucinaciones. Otras formas son la esquizofrenia hebefrénica o desorganizada, en la que predomina el comportamiento desinhibido (como reír sin motivo) y desorganizado sobre las alucinaciones; y la catatónica, que se define por el impacto en la psicomotricidad (gran rigidez o agitación).
Los síntomas que despiertan la sospecha de los psiquiatras ante un caso de esquizofrenia son los prodrómicos o iniciales. Tener pensamientos extraños y mágicos, tender al ensimismamiento y aislamiento, timidez muy forzada, imaginación exagerada, repentinas pérdidas de interés, merma del rendimiento académico, absentismo escolar, súbito interés por temas de ocultismo y psicología o tornarse sumamente religioso pueden poner sobre aviso de que se avecina un brote psicótico, que suele manifestarse en forma de brotes o crisis, a los que sigue un periodo de remisión.
Los enfermos tienen dos grandes tipos de síntomas, los positivos y los negativos, que no significa que sean buenos y malos. Los positivos son los que las personas sanas no tienen y los negativos son conductas normales, que también forman parte de la vida de las personas sanas, y que los afectados van perdiendo. Los más "aparatosos" son los positivos, propios de las fases más graves de la enfermedad, como la agitación, el insomnio, las ideas delirantes y las alucinaciones, según las cuales los pacientes piensan que les persiguen, oyen voces o se muestran más agresivos.
En cambio, entre los síntomas negativos figura la falta de voluntad para hacer cosas sencillas, no experimentar sentimientos en ciertos casos o no tener un pensamiento coherente y fluido.
Según los síntomas que predominen, se distinguen distintos tipos de esquizofrenia. La más frecuente es la paranoide, que se caracteriza por un predominio de los síntomas delirantes y alucinaciones. Otras formas son la esquizofrenia hebefrénica o desorganizada, en la que predomina el comportamiento desinhibido (como reír sin motivo) y desorganizado sobre las alucinaciones; y la catatónica, que se define por el impacto en la psicomotricidad (gran rigidez o agitación).
DE LA SOSPECHA AL DIAGNÓSTICO

A pesar de que cada vez se diagnostica en población más joven, no se está produciendo un adelanto en la aparición de los síntomas sino que la esquizofrenia se está detectando antes, según Antoni Bulbena, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar, en Barcelona. El diagnóstico se basa en síntomas y manifestaciones clínicas. Aunque no existe una prueba diagnóstica concluyente, el Servicio de Psiquiatría que dirige Bulbena utiliza de forma experimental las técnicas de neuroimagen -que permiten estudiar el cerebro- para analizar las anomalías propias de la esquizofrenia. No obstante, todavía no se emplea de forma rutinaria.
El tratamiento de la enfermedad se fundamenta en tres pilares: el uso de psicofármacos (neurolépticos o sedantes y antipsicóticos) y terapia de electroshock; la psicoterapia individual o de grupo para hacer comprender al paciente su enfermedad y ayudarle a afrontarla; y los programas de psicoeducación y de habilidades sociales para recuperar destrezas sociales.
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