
¿Qué hace un vaquero escribiendo de caballos?
-Es porque mi primera novela estaba ambientada en la Edad Media.
¿Y?
-Entonces era el único animal que trataban los veterinarios.
¿Por qué ese privilegio?
-Era un animal valioso, arma de guerra y poder; una forma de cambiar prebendas.
¿Escribir es trabajo de caballo?
-Es más fácil entender al caballo, que es predecible y refleja lo que le pasa.
¿La novela no se deja entender?
-Peor. Gira en torno al mundo de las emociones: sabes por dónde empiezas, pero no dónde terminas.
¿’Rocinante’ o ‘Babieca’?
-Rocinante, porque es más literario.
¿Qué metería en un caballo de Troya?
-Para destruirlo, la falta de calidez política y la insolidaridad.
¿Usted susurra a los caballos?
-Sí. Ellos te reconocen por el aliento, por el olfato.
¿Y qué les dice?
-Les tranquilizo. Me acerco para que me huelan y pierdan el miedo al hombre.
¿De dónde sacó a ‘Yago’, el protagonista de ‘El jinete del silencio’?
-Surgió de una conversación con una persona vinculada con la equinoterapia.
Que funciona.
-Mucho. Sobre todo con algunas deficiencias neurológicas y psicomotrices.
Son problemas de ‘Yago’.
-Ahora tiene nombre, es el síndrome de Asperger, pero en el siglo XVI los trataban como a lerdos, locos o endemoniados.
’Yago’ nace en un establo.
-Lo dan por muerto hasta que los lametones de un caballo lo devuelven a la vida.
Recuerda al nacimiento del protagonista de ‘El perfume’.
-No había caído, pero es verdad. Quería unos inicios duros para mi personaje.
¿Y cuál es el papel de Miguel Ángel Buonarotti?
-Se cree que tenía el síndrome de Asperger y yo lo introduzco como mentor de Yago.
Se cree que Miguel Ángel fue autista.
-Tenía rasgos, como el ser solitario y una imaginación visual extraordinaria.
¿Y lo del mentor?
-Para esta gente especial, es importante tener uno que sepa extraer el talento.
¿Qué es un albéitar?
-Es una palabra árabe. Es como se conocía a los veterinarios en la España medieval.
¿Es más fácil curar animales que personas?
-Es más retador; el paciente no te habla.
Eso a veces perjudica.
-Cierto. Lo más parecido a un veterinario es un pediatra.
¿Cómo?
-Porque los animales y los niños no cuentan lo que les pasa.
Díganos un caballo ganador.
-Nadal. Refleja la capacidad de superación y los valores humanos.
¿Tiene caballo?
-No. Porque no me entra en casa.
Fuente: Fátima Uríbarri para La Gaceta Literaria, Tucumán
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