
En 2007 se adoptaron en España 3.648 niños y niñas procedentes de 41 países. La
suma de costumbres culturales y sociales diferentes, junto a un proceso largo y lleno de altibajos, pueden dificultar la adaptación de los pequeños a sus nuevas familias. Con obstáculos o sin ellos, se precisa tiempo, una media de entre seis meses y un año. Conviene que los nuevos padres asuman que un menor adoptado atraviesa diferentes fases hasta que se asienta en su futuro hogar. La duración de cada una de estas etapas varía, como también lo hace la facilidad del niño o de la niña para encajar en un entorno completamente distinto del que proviene. En ambos casos, y por regla general, el tiempo requerido será más breve cuanto menos sea la edad de la criatura.
Cómo preparar la llegada del nuevo miembro de la familia
La primera premisa para que la adaptación sea un éxito es aceptar al niño o niña tal y como es. Para ello es aconsejable aparcar las expectativas. Se evitará así cualquier atisbo de frustración o decepción.
No desarrolle ideas preconcebidas sobre el período de ajuste familiar tras la llegada del pequeño. No olvide que es una etapa de transición, en la que todos los miembros de la familia, y no sólo el menor adoptado, se ven involucrados.
Hay que evaluar la situación de la persona adoptada desde todos los ámbitos posibles de su desarrollo: físico, psicológico y madurativo, cognitivo e intelectual, y social.
Es imprescindible conocer los antecedentes, acontecimientos, daños, traumas y vivencias del niño y de la niña adoptada
porque repercuten en su personalidad, en sus comportamientos, carácter, forma de percibir la realidad, desarrollo y en la convivencia familiar. Estar al tanto de estos antecedentes permitirá entender y trabajar con mayores garantías de buenos resultados sus secuelas, retrasos y trastornos.
Antes de la llegada del pequeño, es conveniente que los padres obtengan información sobre sus preferencias para poder preparar su futura habitación, elegir los juguetes y la ropa a su gusto.
Paciencia, amor y firmeza a partes iguales
Procure crear una relación de confianza con el niño o la niña desde el primer día.
Durante las primeras semanas intente no permanecer muchas horas alejado de su presencia. La atención constante a sus necesidades y la rápida respuesta a sus inquietudes promoverán una relación de confianza.
Sea paciente y respete su ritmo. La adopción no elimina de golpe las huellas de un pasado diferente. Estos niños no han contado con las condiciones para aprender y avanzar al ritmo de los demás, por lo que necesitan más tiempo para adaptarse a su nueva vida o para aprender a manejar situaciones desconocidas.
En los momentos de tensión o cuando se enfrente a las reacciones negativas del menor, recuerde que estas conductas no se deben interpretar como una cuestión personal contra usted, sino como las consecuencias del cambio de vida o de lo ocurrido antes de ser adoptado.
Sea especialmente tolerante si el niño o niña tiene más de cinco años. A partir de esa edad las experiencias y recuerdos son mayores, y gran parte de la rabia y el dolor sentido por las pérdidas y las separaciones se dirigirán hacia los padres adoptivos.
Los primeros días no agobie al pequeño con reuniones o visitas a familiares y amigos. Háblele sobre las personas que conocerá en pocas semanas, y haga que éstas entren en su vida poco a poco para que el niño se sienta más seguro, menos confuso y asustadizo.
La ausencia de vínculos afectivos previos origina en algunos niños conductas conflictivas que tienen como origen una profunda tristeza. Para prevenir estos comportamientos y afianzar el vínculo parental, es conveniente no enviar a los pequeños a la guardería o al colegio nada más llegar a su nuevo hogar.
Es habitual que los padres, impresionados por las duras condiciones de vida que han marcado a los menores que adoptan, prefieran consentir todas sus peticiones y no poner límites. Esta actitud de compensación, aunque natural y comprensible, no es la mejor para el menor. Los progenitores deben hacer entender al niño que son ellos quienes tienen la autoridad , así como las consecuencias que acarrea saltarse las reglas. Esto le ayudará a establecer comportamientos adecuados desde el primer momento dentro y fuera de la familia.
Dosifique los estímulos que recibe el menor. Un exceso puede desembocar tanto en una sobreexcitación como en la inhibición frente a lo que se le ofrece.
Tenga en cuenta que estos niños se han movido en entornos muy limitados, y todo es nuevo para ellos.
Ayude al pequeño a expresar lo que siente y piensa. No dude en conversar con él de forma natural sobre su adopción. Unaactitud de escucha y comprensión fortalecerá los vínculos de afecto.
No se preocupe si el niño muestra al comienzo una mayor sintonía con uno
de los padres y tiene dificultad de relacionarse con el otro. Es probable que esta diferencia se deba a que en el hogar u orfanato de procedencia el menor sólo tuvo cuidadores o únicamente cuidadoras.
Los problemas de idioma se resuelven con un poco de atención e interés para establecer un código de comunicación con el niño, y detectar cuándo le ocurre algo, qué quiere, qué le gusta y cuáles son sus temores.
Una vida pasada siempre presente
Recuerde que la edad del niño,su etnia, características físicas, nivel de escolarización o una posible historia previa de abusos y/o negligencia influyen en su forma de percibir la realidad, su desarrollo y convivencia.
No pierda de vista que en la historia personal de su hijo siempre hay un abandono, y que la familia biológica ocupará inevitablemente un lugar real o imaginario que recordará, revivirá o fantaseará en muchas ocasiones.
No dude en aceptar el derecho del pequeño a saber todo cuanto sea posible sobre su adopción y su vida anterior. Intente contestar a sus preguntas, aunque apenas disponga de información.

Sea cual sea la edad del niño, permítale que lleve consigo objetos personales de su pasado: le serán de utilidad para calmar la angustia ante el cambio. El pequeño necesita ese punto de partida conocido para iniciar una nueva vida. Con el paso del tiempo, y de forma gradual, se separará de ellos con naturalidad.
Los padres también se adaptan
No dude en cuidarse también usted. La situación emocional del niño, unida al hecho de que los padres adoptivos deben enfrentarse a cuestiones más complejas de las que han de superar en condiciones
normales los padres biológicos, puede ocasionar problemas de fatiga, estrés e, incluso, depresión.
Consulte con un especialista si tras un año de convivencia el pequeño sigue mostrando signos de inadaptación o alguna conducta extraña. Puede ponerse en contacto con alguna de las numerosas asociaciones de padres con hijos adoptados. En ellas puede intercambiar experiencias y opiniones. Las administraciones también cuentan con servicios de apoyo para los padres adoptivos.
Un niño sano y feliz
Según datos de la Guía para pediatras de la Coordinadora en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (CORA), la cuarta parte de los niños que llegan a España procedentes de la adopción internacional arrastran problemas de salud, la mayor parte curables de manera sencilla. Entre las más frecuentes están el retraso leve en el desarrollo de peso y talla, la anemia, problemas dermatológicos, problemas de alimentación o en el sueño, carencia de vacunas o infestaciones por parásitos.
La detección rápida de cualquier patología que pueda sufrir el menor es determinante para su cura. Para ello es necesario que se le realice una evaluación médica en los tres primeros días de su llegada a su nuevo hogar.
El fracaso en la identificación e intervención precoz de los problemas de salud(entre un 20-30% de los niños padece problemas médicos serios, y en casi la mitad de los casos no fueron reconocidos o sospechados antes de la adopción) no sólo puede afectar a la calidad de vida de estos niños y niñas en el futuro desarrollo físico, emocional e intelectual, sino que también puede conducir a incrementar las dificultades de adaptación e integración en la nueva unidad familiar y originar con ello el fracaso de la adopción.
Los problemas médicos más importantes de los niños adoptados fuera de nuestras fronteras son los psicológicos y el retraso psicomotor, conocido también como “síndrome del orfanato”.
Son frecuentes los casos de estrabismo, asociados al crecimiento de los niños en
entornos muy pequeños y como consecuencia de no haber salido al exterior de manera continuada.
Otros problemas muy habituales son las infecciones respiratorias causadas por una ventilación insuficiente y una mala alimentación.
Fuente: revista.consumer.es
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