Se trata de un proyecto de excelencia incentivado por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía con 267.896 euros en la convocatoria de 2008, informa Andalucía Innova.
Los estudios se dirigen a tres frentes: control de la ansiedad patológica (fobias, ansiedad generalizada, ataques de pánico), del estrés social (hablar en público) y del estrés cognitivo (realización de operaciones aritméticas complejas).
Estas aplicaciones parten de estudios previos en los que se demuestra la fuerte capacidad de las fotografías de los rostros queridos para generar emociones positivas. Los voluntarios son sometidos primero a la proyección de imágenes de caras de familiares queridos, comparadas con caras desconocidas, de personajes famosos y de bebés, todas ellas con expresión neutral, y se registran sus variables cardíacas, cerebrales o de sudoración -entre otras- para luego compararlas con las que se obtienen después de visualizar caras altamente desagradables, como rostros con mutilaciones o rostros accidentados.
Aunque el resultado no es definitivo aún, Vila señala que los rostros de familiares queridos tienden a producir cambios fisiológicos positivos que difícilmente se consiguen con otro tipo de estímulos. Así apunta que esto podría explicar por qué a las personas les gusta tener en su casa, y especialmente en su lugar de trabajo, fotografías de seres queridos.
Sensaciones positivas
La investigación científica sobre las emociones positivas ha ido a remolque del estudio de las emociones negativas. En este contexto, uno de los procedimientos más utilizados ha sido la proyección de fotografías emocionales mientras se registran respuestas fisiológicas. Estos estudios mostraban la capacidad de las fotografías negativas (sangre, accidentes, animales amenazantes, violencia humana) para provocar reacciones típicas de miedo, ansiedad o estrés. Sin embargo, los efectos no eran igual de claros cuando lo que se visualizaba eran fotografías positivas. Las ‘eróticas’ eran las únicas fotografías que causaban cambios fisiológicos apreciables.

Sin embargo, difícilmente eso se podía considerar una reacción emocional en sentido estricto, señala Vila. Así y tras comprobar la dificultad para desencadenar emociones positivas en contextos de laboratorio, los investigadores decidieron probar con la visualización de caras de personas queridas. Los voluntarios que se sometían a la prueba, fotografiaban a familiares cercanos y a sus parejas siguiendo un protocolo sencillo (fondo blanco y rostro con expresión neutra).
El procedimiento era sencillo: se sometía a los jóvenes a la visualización de diferentes instantáneas -rostros desconocidos (familiares de otros participantes), famosos, bebés y las que ellos habían realizado a sus familiares-. Los científicos analizaban registros cardiacos, sudoración y actividad cerebral, así como la reacción del músculo cigomático (es el que se contrae cuando una persona sonríe). “Los resultados fueron espectaculares”, asegura el director del estudio, “nunca antes habíamos registrado un patrón de cambios fisiológicos tan contundente y con una reacción tan positiva como el producido por las imágenes de seres queridos”.
Futura aplicación clínica
La primera parte del proyecto sirvió como guía a los investigadores para desarrollar una nueva línea, que dé una utilidad práctica a los resultados obtenidos. En este punto, Vila y su compañero de grupo, Pedro Guerra, se plantean las futuras aplicaciones que podía tener este “descubrimiento”. “Una vez demostrado que la visión de este tipo de fotografías causaba efectos positivos en el receptor, ¿por qué no podía ser también un inhibidor de los reflejos negativos y de trastornos como el estrés o la ansiedad?”, destaca Vila.
El profesor de la Universidad de Granada añade que hasta ahora los estudios en esta línea habían sido muy reducidos. “Sabíamos que las personas que se enfrentan a una situación de estrés tienden a sentirse más relajados si tienen cerca algún familiar al que tienen afecto. Pero eran datos basados exclusivamente en informes verbales, ahora lo estamos comprobando científicamente con datos fisiológicos”.
Las fotografías de seres queridos pueden, por tanto, convertirse en parte de un tratamiento clínico contra trastornos como el estrés y la ansiedad en un futuro cercano
Fuente: Universidad de Granada
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