
Se levantó, se bañó, se vistió y se fue. Fue la última vez que salió de su casa caminando. "¡Eh, Tano! ¿Te vas a tirar?", le preguntaron. El 5 de noviembre de 2000 estaba nublado e, incluso, un poco fresco. Pero, después de comer unas hamburguesas, él y sus amigos habían decidido darse un chapuzón en la pileta, que estaba a medio llenar. Dos saltos y todo perfecto. Cuando se zambulló por tercera vez, su cuerpo se puso casi vertical en el aire, como si alguien le hubiera levantado los pies. "Me clavé en el cemento. Sentí una explosión en el cuello y, a partir de ahí, mi cuerpo dejó de existir", recuerda Adrián Pasteri desde la cama en la que está postrado desde entonces. Aquel día, este joven, que hoy tiene 29 años, sufrió una luxofractura cervical en la quinta vértebra y quedó cuadripléjico.
La habitación de paredes celestes en la que pasa sus días y en la que recibió a LA GACETA tiene un aspecto llamativo. Hay un monitor negro con pantalla plana que, gracias a un arnés, se mueve y queda directamente frente a su rostro. En la cabecera izquierda de la cama hay un micrófono y dos parlantes están adheridos a la pared. Esta estructura es la que le permite a Adrián y a su familia llevar una vida un poco más cómoda.
Por medio de órdenes de voz, la computadora (instalada por el ingeniero Luis Campos) prende el televisor, cambia los canales, realiza llamadas telefónicas, sube o baja la cama y enciende y apaga la luz de la habitación, entre otras funciones.
Adrián cuenta que, para obtener esta máquina y la habitación en la que hoy vive en su casa de La Ciudadela, contó con la colaboración de los legisladores Osvaldo Cirnigliaro, Adriana Najar y del presidente subrogante de la Legislatura, Sergio Mansilla.
"Siempre me interesaron las computadoras. Pero la última vez que toqué una fue hace 10 años y me desactualicé. Necesito ayuda en eso; alguna persona que me vaya guiando con el sistema operativo de Windows para no trabarme tanto y poder darle más utilidad", explica con una voz firme, que expresa resolución.
Esa misma resolución que se percibe en la forma de hablar está patente en sus ideas. Afirma que desde el día de su accidente no ha dejado de luchar por conseguir una calidad de vida mejor. Ahora, necesita una cirugía reconstructiva de la columna cervical, que viene gestionando desde hace tiempo.
"Son muchos los riesgos de esta cirugía, porque se trabaja en la zona donde están los neurotransmisores que controlan los latidos del corazón y la respiración; cualquier error significa la muerte. Pero si todo sale bien, voy a lograr la posición ergonómica correcta del cuello, que es muy importante. Yo necesito que mi obra social, PAMI, entienda que esta es una decisión que tomé. Yo entiendo los riesgos que corro, pero también entiendo que puede haber un beneficio a largo plazo. En mi misma situación, ante una mínima posibilidad ¿vos no lo harías?", le preguntó al cronista de LA GACETA.
Hoy se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y Adrián dice que no tiene mucho por qué alegrarse. "La sociedad no acepta a los discapacitados; lisa y llanamente no los acepta. Salís a la calle en silla de ruedas y te miran como diciendo: 'anduviste en una moto, te diste contra la pared, jodete'. Nadie te pregunta qué te pasó ni te ofrece ayuda. Cuando yo estaba en terapia intensiva tenía 300 visitas por día ¿Sabés cuántas tengo ahora? Dos. Creen que uno se va a colgar de ellos. No es así; vos sos libre de irte cuando quieras", explica.
En una Ferrari
Cuando tiene el monitor frente a su rostro, a Adrián se le iluminan los ojos. Afirma que la tecnología le puede abrir muchos caminos. Y es muy optimista. Sostiene que no cree que haya límites en la vida e incluso se ilusiona con poder volver a caminar.
"Con la tecnología que tengo en las manos no quiero desaprovechar la más mínima oportunidad de hacer algo. Quiero estudiar una carrera, como ingeniería en computación o economía. El tiempo que he estado en cama no fue perdido; luché por muchas cosas, pero lo hubiese aprovechado más si alguien se hubiese acercado a darme una mano; a subirme y bajarme de la cama cinco minutos por día", reflexiona con seriedad. Pero enseguida se alegra cuando cuenta sus sueños: manejar una Ferrari, ver una carrera de Fórmula 1 desde el costado de la pista y conocer Italia, la tierra de sus abuelos.
Fuente: La Gaceta
1 comentario:
Creo que eso de "conducir un Ferrari" ya está descalificando a esta clase de discapacitados. Es imposible hallar equilibrio y sentido común en una sociedad competitiva como la nuestra. Si ese discapacitado hubiera nacido en el siglo XVII probablemente desearia el cielo´o la salvación. La sociedad consumista y competitiva nos ha trastocado las metas hacia las cuales dirigimos nuestros actos. Y los discapacitados del siglo veintiuno no se resisten a la tentación.
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