Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte informan que los bebés autistas parecen ser más propensos a tener una amígdala agrandada. La amígdala es un área cerebral relacionada con el reconocimiento facial y las emociones.
Esta anormalidad cerebral parece estar relacionada con la capacidad de compartir la atención y las experiencias con los demás, apuntó el equipo.
"Este estudio añade claridad al un mecanismo cerebral fundamental en potencia de los déficits sociales subyacentes en el autismo. Provee conocimiento potencial sobre cómo se desarrolla esta conducta", afirmó el investigador principal, el Dr. Joseph Piven, profesor de psiquiatría.
"Encontramos agrandamiento en la amígala en niños muy pequeños que sufrían de autismo a los dos años, y los seguimos de nuevo a los cuatro años. El agrandamiento fue estable durante el intervalo entre los dos y los cuatro años", señaló.
Esta anormalidad cerebral parece estar relacionada con la capacidad de compartir la atención y las experiencias con los demás, apuntó el equipo.
"Este estudio añade claridad al un mecanismo cerebral fundamental en potencia de los déficits sociales subyacentes en el autismo. Provee conocimiento potencial sobre cómo se desarrolla esta conducta", afirmó el investigador principal, el Dr. Joseph Piven, profesor de psiquiatría.
"Encontramos agrandamiento en la amígala en niños muy pequeños que sufrían de autismo a los dos años, y los seguimos de nuevo a los cuatro años. El agrandamiento fue estable durante el intervalo entre los dos y los cuatro años", señaló.
La amígdala es una estructura que anteriormente se ha implicado en la percepción social y emocional, y en el autismo, afirmó Piven.
"También encontramos que este agrandamiento se relacionaba con algo llamado atención conjunta, es decir la capacidad de un niño pequeño de tomar pistas de un adulto sobre dónde ver en el campo visual, por ejemplo, a un objeto de interés", dijo.
Esta capacidad se desarrolla en un periodo reducido, entre los nueve y quince meses, y se piensa que es un déficit fundamental en los individuos autistas que predice malos resultados en la conducta social y el lenguaje, explicó Piven.
"En otro estudio, hemos mostrado evidencia de que el cerebro en el autismo es de tamaño normal hasta el final del primer año de vida, momento en que crece en exceso", dijo.
"Comprender el patrón de los cambios cerebrales tan precoces en el autismo y su relación con conductas específicas podría llevar a una mejor detección temprana y dirigirnos a intervenciones tempranas para estos cambios en el cerebro y la conducta", aseguró Piven.
El informe aparece en la edición de mayo de la revista Archives of General Psychiatry.
Para el estudio, el equipo de Piven llevó a cabo escáneres por IRM de 50 niños autistas y de 33 niños que no padecían autismo. Los niños se sometieron a escáneres cerebrales y pruebas de ciertas características conductuales del autismo a los dos y a los cuatro años de edad.
Los investigadores encontraron que los niños autistas eran más propensos a tener una amígdala agrandada a los dos y a los cuatro años.
Sin embargo, los investigadores no encontraron una relación entre el tamaño de la amígdala y otras conductas sociales a esa edad, como gestos sociales o conducta ritualista o repetitiva, apuntó Piven.
"Hemos encontrado que una conducta muy específica, la orientación social, que se sabe es un mecanismo neuropsicológico nuclear en el autismo, tiene una relación muy específica con un cambio muy temprano en una estructura cerebral selecta en los individuos autistas", apuntó Piven. El hallazgo identifica "un mecanismo potencial importante y fundamental que subyace el desarrollo del autismo", añadió.
"Estudiar esta relación a medida que estos niños se desarrollan (si la amígdala continúa agrandándose, sigue igual o se hace más pequeña) arrojará mucha luz sobre la base neurológica del autismo", dijo Piven.
El Dr. Jon Shaw, jefe de la división de psiquiatría infantil y adolescente de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami considera que el estudio añade una nueva comprensión potencial sobre algunos de los problemas sociales asociados al autismo.
"El número de estudios que han sugerido varias vías neurobiológicas para el autismo es casi infinito, lo que confirma los complejos procesos del desarrollo neural intrínsecos al trastorno y sugiere la necesidad de humildad en la interpretación de hallazgos neurobiológicos", subrayó Shaw.
Sin embargo, este estudio sugiere que una de las facetas importantes en el mosaico del desarrollo neural que conforma el autismo es una alteración en el funcionamiento de la amígdala, dijo Shaw.
"Los autores, con un abordaje desde la perspectiva del desarrollo, sugieren que un mayor volumen bilateral de la amígdala junto a alteraciones en el funcionamiento ocurre pronto en niños autistas y tal vez contribuya a la mayor circunferencia de la cabeza encontrada en un subgrupo de niños autistas", aclaró. El agrandamiento de la amígdala también podría "contribuir a las dificultades en la interpretación de las sutilezas interpersonales y sociales a través de anomalías en las conductas de orientación social y un menor contacto visual", apuntó Shaw.
El estudio de Piven llega poco después de un informe publicado en línea la semana pasada en la revista Nature que encontró que la herencia de mutaciones anormales de dos genes comunes pueden aumentar el riesgo de desarrollar autismo.
Fuente: HispanicareHealthDay
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