
Las personas que sufren de apnea del sueño que también son obesas pueden triplicar las probabilidades de eliminar sus problemas de sueño si pierden peso, según sugiere un estudio reciente.
Perder alrededor del diez por ciento del peso corporal fue suficiente para brindar una remisión total o casi total, aseguró Gary Foster, director del Centro de investigación y educación sobre la obesidad de la Universidad de Temple en Filadelfia y autor principal del estudio.
"Ha estado claro que la obesidad aumenta el riesgo de apnea del sueño, pero menos claro que si las personas obesas o las que sufren de diabetes tipo 2 pierden peso, resultaría en mejoras significativas en la apnea del sueño, y así es", aseguró Foster.
Las personas que tienen sobrepeso o son obesas son mucho más propensas a sufrir de apnea del sueño, una afección en que la respiración se detiene o se hace muy superficial, a veces varios cientos de veces por noche y a veces durante hasta un minuto, según la American Sleep Apnea Association.
"El paladar suave en la parte posterior de la boca cae y obstruye las vías respiratorias", explicó el Dr. Mitchell Roslin, jefe de cirugía bariátrica del Hospital Lenox Hill de la ciudad de Nueva York. "Entre la gente que tiene niveles de obesidad muy serios, es casi imposible encontrar gente que no tengan [este tipo de] apnea del sueño".
La afección puede llevar a problemas cardiovasculares, entre ellos accidente cerebrovascular, y puede aumentar el riesgo de morir de forma prematura.
"En realidad tiene efectos tremendamente nocivos sobre el sistema cardiovascular", advirtió Roslin.
En el estudio participaron 264 hombres y mujeres obesos que también sufrían de diabetes tipo 2 y apnea del sueño. Se les asignó al azar a un programa conductual intensivo para fomentar la pérdida de peso, o a un conjunto menos intensivo de sesiones de grupo que sobre todo abordaban el tema de la gestión de la diabetes.
Tras un año, los del programa intensivo habían perdido unas 24 libras (casi once kilos) en promedio, frente a un promedio de poco más de una libra (menos de medio kilo) en el otro grupo.
Los que perdieron el peso también observaron una reducción sustancial en el número de episodios de apnea del sueño que experimentaban, y más del triple de personas del grupo intensivo experimentaron una remisión completa (13.6 frente a 3.5 por ciento).
"El mayor beneficio se observó en hombres con apnea grave", dijo Foster.
Cualquier pérdida de peso conllevó una mejora, pero los que perdieron cerca del diez por ciento de su peso original observaron el mayor efecto. "Rebajar lo que sea es bueno", enfatizó Foster.
La mayoría de expertos recomienda diez por ciento como la pérdida de peso necesaria para mejorar la apnea del sueño.
Sin embargo, el estudio también encontró que las personas cuyo peso permaneció estable experimentaron un empeoramiento de su apnea del sueño. El motivo exacto del fenómeno no está claro.
"Este es uno de los primeros, y ciertamente el más grande, estudio llevado a cabo, entonces desafortunadamente estamos en un punto en el campo en que simplemente describimos el efecto", dijo Foster.
El estudio, que aparece en la edición del 28 de septiembre de la revista Archives of Internal Medicine, parece confirmar lo que el sentido común y la experiencia han mostrado.
"Hemos visto que cuando los pacientes aumentan de cinco a diez libras (de poco más de dos a 4.5 kilos), la apnea del sueño empeora mucho. Si pierden diez libras, la apnea del sueño mejora mucho", señaló el Dr. Hormoz Ashtyani, director de cuidados críticos pulmonares y medicina del sueño del Centro Médico de la Universidad de Hackensack, Nueva Jersey. "Usualmente no es una resolución, sino una mejora significativa".
Fuentes: Gary Foster, Ph.D., director, Center for Obesity Research and Education, and professor, medicine and public health, Temple University, Philadelphia; Hormoz Ashtyani, M.D., director, pulmonary critical care and sleep medicine, Hackensack University Medical Center, Hackensack, N.J.; Mitchell Roslin, M.D., chief, bariatric surgery, Lenox Hill Hospital, New York City; Sept. 28, 2009, Archives of Internal Medicine.
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