La comunicación nos permite formular y comprender ideas, planificar y adaptar nuestra conducta y comprender las de otras personas.Es importante considerar que la sordera no afecta exclusivamente el desarrollo de la comunicación y el lenguaje sino que al desarrollo de la persona en forma global.
Los primeros años de vida constituyen una etapa especialmente crítica ya
que en ella se configuran las habilidades perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas, afectivas y sociales que posibilitarán una equilibrada interacción con el medio. Este período del desarrollo infantil es un proceso dinámico, sumamente completo, que se sustenta en la evolución biológica, psicológica y social. En este sentido, la atención y estimulación tempranas tienen la finalidad de ofrecer a los
niños con déficit o con riesgo de padecerlos un conjunto de acciones optimizadoras y compensadoras, que faciliten su adecuada maduración en todos los ámbitos que les permita alcanzar el máximo nivel de desarrollo personal y de integración social. Aquellos niños que presentan una situación de privación sensorial, como ocurre con los niños con pérdida auditiva, necesitan mayormente la atención temprana y nuestra
legislación les concede el derecho a disponer de los recursos para su
tratamiento, independientemente de su condición social o económica.
El objetivo es garantizar el principio de igualdad de oportunidades de un sector de la población especialmente indefenso y vulnerable a los efectos de las discapacidades, como es el caso de la población infantil.
Es importante considerar que la sordera no afecta exclusivamente el desarrollo de la comunicación y el lenguaje sino que al desarrollo de la persona en forma global. El desarrollo cognitivo, socio-afectivo y comunicativo-lingüístico, están íntimamente interrelacionados y se influyen mutuamente.

En este sentido, si una persona sorda no dispone de un código que le permita comunicar y representar la realidad su desarrollo cognitivo se verá afectado, ello a su vez interviene de forma negativa en el desarrollo del lenguaje. Del mismo modo, los límites en la comunicación generan inmadurez en el desarrollo social y afectivo,
dado que la comunicación es una herramienta básica en toda relación social.
La comunicación nos permite formular y comprender ideas, planificar y adaptar nuestra conducta y comprender las de otras personas. Como señala Vygotski (1982) el lenguaje es el instrumento de mediación para la acción, responsable de los procesos de homogeneización y enculturación.
En definitiva, si la comunicación falla o es deficiente se verá afectado el desarrollo intelectual, la interacción social, la formación del lenguaje y la afectividad.
Nuestra experiencia con personas sordas nos lleva a tomar en cuenta, antes de implementar cualquier intervención, las características particulares de este grupo y cómo dichas características se integran de forma coherente en un programa de atención y estimulación temprana.
Como indican Alonso y Paniagua (1995) la intervención temprana debe orientar sus esfuerzos a estimular la “zona de desarrollo potencial” que queda definida como el
espacio entre lo que el niño puede realizar por si mismo y lo que puede alcanzar con ayuda de otros.
En primer lugar, se debe considerar que el niño sordo percibe y experimenta el mundo fundamentalmente a través de la vía visual. La vista se convierte en un sentido guía y asume, complementada por el tacto, la función de percibir la realidad que le rodea. Por ello con las personas sordas es especialmente significativo emplear estrategias visuales que faciliten y complementen la comunicación, esto supone
aprovechar todos los canales sensoriales que permitan ampliar la información (restos auditivos, tacto, olfato). Un programa de atención y estimulación temprana del niño sordo debe considerar y planificar el establecimiento de estrategias visuales de información, que lo lleven a un mayor contacto con el entorno en que se mueve.
Fuentes: Espacio Logopédico y HF Noticias
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