Laura tiene tres años y más de 6.000 seguidores en Facebook, la red social más popular del planeta. No se trata de una niña prodigio de la canción, sino de una estrella de la supervivencia. Cuenta con más transfusiones de sangre en su cuerpo que las que recibirá el torero José Tomás en toda su carrera.

La pequeña Laura no tiene miedo a que venga «el coco» ni «el hombre del saco», tiene miedo a que la pinchen. Se despierta todas las noches asustada. Las agujas son las protagonistas de sus pesadillas. A su corta edad, cuenta con un catéter en el pecho por donde, cada cuatro semanas, le transfunden sangre. De otra manera no podría haber vivido hasta ahora.
Es una niña a la que le gusta bailar, muy despierta, que habla por los codos y de todo se quiere enterar. «¿Esta mamá quién es?», pregunta refiriéndose a la periodista. Porque en el inocente universo de Laura todas las chicas somos mamás. La suya, la de Laura, se llama Rocío y, junto a su marido, no ha parado de luchar por ella desde que al nacer le diagnosticaron anemia sideroblástica hereditaria, una enfermedad de las catalogadas como raras.
Su cuerpo no produce suficientes glóbulos rojos, por lo que siempre tiene baja la hemoglobina, una proteína de la sangre encargada de transportar el oxígeno desde los pulmones hasta los tejidos.
Una vida condicionada
Pero las transfunsiones son sólo un parche para su problema. De momento, le ayudan a mantener los niveles de hemoglobina, pero le dañan el hígado y otros órganos por la sobrecarga de hierro a la que se ve sometida. Y mientras, sus padres siempre en vilo porque «en cualquier momento le puede pasar algo». Aparentemente es una niña normal, aunque la enfermedad pone límites a su vida. Le gusta mucho la guardería, pero el año pasado sólo pudo ir un mes de los nueve que dura el curso porque cada dos días se ponía mala, y a Laura los catarros le duran hasta tres semanas.
No para quieta, pero se fatiga antes que otros niños. «Ha aprendido a regularse. Si se cansa, se para un poco y al segundo la ves otra vez corriendo», explica a ABC su madre.
En España, la única salida es un trasplante de médula, pero tendría que ser de un donante cien por cien compatible. Su único hermano, Álvaro, de 11 años, coincide en un 80 por ciento, pero los expertos creen que la niña no saldría adelante. La otra opción es viajar a la Clínica Mayo, en Minnesota (EE.UU.), donde investigan y tratan enfermedades raras. «Nos han dicho que tienen conocimientos de esta anemia. Es nuestra única esperanza», asegura Rocío.
Familia humilde
Allí los médicos empezarían de cero con la niña. El problema es el dinero. No les han dado un presupuesto exacto, aunque ya les han advertido que sólo repetir las pruebas que ya le han hecho en la Seguridad Social costaría unos 60.000 euros. Y de ahí para arriba, porque no saben cuánto tiempo tendrán que quedarse.
Rocío, que trabaja en una cafetería, y su marido, Sergio, gruísta, en paro hasta hace una semana, están dispuestos a iniciar una nueva vida, a dejarlo todo por Laura, «Si ella está luchando por su vida, cómo no vamos a luchar nosotros, que somos sus padres. Vamos a mover cielo y tierra para que se cure». Y eso es lo que están haciendo. Desde que conocieron la posibilidad que les ofrecía la clínica estadounidense, escribieron «mails» a todos sus contactos y pegaron carteles por la calle pidiendo ayuda económica. Lo que empezó como una campaña a pequeña escala se ha convertido en todo un fenómeno en el humilde barrio donde viven, en el distrito de Fuencarral. La asociación de vecinos está organizando tómbolas y el club de fútbol del barrio recaba fondos en los partidos.
Pero para que la campaña llegase al mayor número de gente posible, un amigo les recomendó que expusieran su caso en Facebook. La plataforma a la que se conectan cada día millones de personas buscando entretenimiento se ha convertido en la llave para salvar a una niña. Y está siendo todo un éxito. El grupo «Vamos a conseguir entre todos que Laura pueda curarse», desde del que se pueden hacer donativos, ha conseguido reunir en un mes a miles de seguidores que han puesto su granito de arena. «Estamos muy agradecidos por todo lo que nos están ayudando», afirma Rocío, que no se olvida de su madre, María, o la «abu», como la llama Laura, que desde antes de que naciera la pequeña ya la cuidaba, porque «el embarazo fue difícil».«La he criado yo. Para mí, como si fuera mi hija», cuenta María, una andaluza muy simpática, que no pierde el humor, ni la esperanza de ver curada a su «niña».
Fuente: ABC.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario