Susana Mársico desliza sus manos sobre una batea de metal con agua: "A mí me gusta éste, el camalote. Me parece que es una planta de mucha belleza", afirma, mientras sus dedos inquietos exploran la diversidad de formas y texturas de las especies acuáticas y terrestres que yacen en una larga mesa del auditorio del Museo de La Plata.

Ella es una de las personas no videntes que participaron de la muestra temporaria para ciegos y disminuidos visuales que propone el Museo y que se llama "Verde que te quiero verde"; un modo de experimentar el conocimiento a través de otros sentidos: el tacto y el olfato.
"Al camalote yo ya lo había visto una vez, cuando todavía tenía la visión perfecta, pero nunca había tenido la posibilidad de tocarlo. Ahora lo aprecio de otra manera", explica la mujer. "Es una forma de aprender increíble, que me permiten observar la naturaleza de otra manera", sintetiza.
La muestra "Verde que te quiero verde" es una propuesta educativa e inclusiva que brinda información sobre las plantas y sus adaptaciones a los ecosistemas rioplatenses. A través de una maqueta, que representa el bosque, los pastizales y la rivera, junto con diferentes ejemplares de plantas, como orquídeas, claveles del aire, helechos, cactus, entre otras, los participantes pueden distinguir, a través del tacto, las especies que habitan en cada ambiente. Además, los guías y coordinadores de la muestra abordan el tema del color de las plantas, la fotosíntesis y los aromas.
Desde el comienzo de la experiencia, los guías del Mueso -que han desafiado a su capacidad descriptiva- orientan a las personas en el ámbito donde se mueven: los conducen con las manos y mientras atraviesan el pasillo que los lleva al auditorio donde se desarrolla la muestra, les explican las dimensiones por donde circulan y la ubicación de los baños. Además, realizan una descripción del lugar, la ubicación del mobiliario y hasta los metros que deberán desplazarse para llegar al sector de las plantas.
Carina Bianchi se lleva a la oreja una chaucha verde y la sacude, para comprobar si es hueca o no. La guía explica que contiene tres semillas, de distintos tamaños y funciones. Carina las toca, cuidadosamente y acierta. Luego comienza a palpar una hierba larga y con ramificaciones: "Esta es la cola de zorro", afirma. "A mí me gusta porque es peludita y suavecita; tupida, y se diferencia de la totora, porque tiene como una vara que es más chiquita y menos tupida", dice, mientras busca el otro ejemplar.
Graciela Belisonzi es disminuida visual. Sobre la experiencia de conocer la flora prescindiendo de la visión, grafica: "Nosotros cuando vemos, vemos lo de afuera: lo lindo, lo colorido, pero nunca los detalles. No nos detenemos a tocar los tallos, las hojas, los bulbos, a comprobar por dónde pasa el oxígeno o por dónde corre el agua. Siempre miramos la planta por fuera", señala. "El tacto posibilita otro medio de conocerlas”, concluye.
Fuente: El Argentino
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