Desde el cuestionamiento a la excesiva hospitalización hasta el reconocimiento del paciente como sujeto de derecho, esta Ley “propone una nueva forma ampliación y extensión de los derechos humanos en el país”, al decir de la doctora en Psicología, Marta Gerez Ambertín.
- ¿Qué opinión tiene con respecto a esta nueva Ley de Salud Mental?
Me parece que la Ley es muy innovadora, porque se despliegan una serie de cuestiones que estaban muy relegadas en cuanto a las personas que sufren problemas de salud mental. Hay varias cuestiones que son importantísimas. La primera es que se reconoce al paciente con capacidad para decidir sobre su tratamiento y que, desde el comienzo, no se las define como discapacitadas. Esto marca un cambio de paradigma sobre la salud mental que es fundamental. Luego, tendremos que trabajar sobre los efectos que esto va a tener sobre el campo jurídico.
- ¿Qué otros cambios plantea?
El hecho de que no se considere a una persona que sufre de trastornos mentales como un discapacitado es muy importante. Se establece que no va a sufrir discriminación. Actualmente hay muchas personas que tienen algunos problemas. Le diré el más simple de todos, pero que sin embargo produce discriminación: tener epilepsia. Hoy es, yo diría, como tener migraña. Hay muy buenos sistemas de tratamiento y de medicación. Es verdad que el paciente no las quiere tomar, y por eso sufre crisis de convulsión. Pero nada impide a una persona que padece de epilepsia, que no pueda ejercer su trabajo, incluso con un alto nivel de responsabilidad. Si a cualquier persona con trastornos mentales se le reconoce que no está discapacitada e incluso puede intervenir en su tratamiento, entonces no puede ser discriminada.
- ¿Qué opina de las internaciones?
Nosotros le llamamos la “concepción manicomial del enfermo mental”. Esto supone un cambio de paradigma. Por un lado, la persona con problemas mentales ya no ha de ser un objeto de asistencia sino un sujeto de derecho. Por otro lado, y para mí es lo más sustancial, al brindar el marco legal que fortalece un modelo de salud mental centrado en los Derechos Humanos y la reinserción social del paciente, pone el eje en la superación del modelo manicomial.
Revierte, así, una historia de siglos pivotada por la institución manicomial, es decir, el encierro como “solución final” al problema de la “locura”. En el año de nuestro Bicentenario, como profesionales psicólogos, pero, fundamentalmente como argentinos, tenemos que sentirnos orgullosos de esta nueva ampliación y extensión de los Derechos Humanos en el país.
- ¿El manicomio empeora al paciente?
Se agrava, porque pierde los lazos familiares. Lo que plantea esta Ley es que se preserve el lazo familiar y el lazo social. Si a una persona, que no tiene trastorno, lo interna una semana –no digo más, una semana-, a la semana siguiente, lo sacan destruida de ahí. Pierde los lazos sociales, pierde los ritos sociales y pierde los lazos con la gente con la que se relaciona (el diarero, el verdulero, el bar de la esquina donde uno se va a tomar un café). En el país hubo una hospitalización abusiva de los pacientes con padecimientos mentales.
- ¿Por qué no tuvo demasiada trascendencia esta nueva Ley?
Me llama la atención el silencio con el que fue recibida esta ley. No digamos revolucionaria, pero hay un cambio muy grande, un giro de 180º en el paradigma de la concepción del sujeto humano. Hay mucho silencio, incluso entre mis colegas, los psicólogos. Ha cambiado a tal punto que la internación de un paciente puede ser hecha por un psicólogo o un psiquiatra. Y se pide, en la medida de lo posible, un equipo interdisciplinario. Esto cambia la concepción del paciente, y cambia lo que toca al bolsillo. Al ser el psiquiatra el que determina la internación, el que prácticamente dirigía la internación y la externación de un paciente, tenía una cuestión de privilegio. Además tenía privilegio en la medicalización. Todas las asociaciones de psiquiatras se opusieron tenazmente a esta Ley.
- ¿La Ley afecta también los intereses de los laboratorios?
Lo que la ley procura es que esto no quede solo en manos de la psiquiatría y que haya una mayor racionalización de la distribución de medicamentos. El laboratorio de psicofármacos es el segundo que tiene máximas ganancias, detrás de la venta de armamentos. La cantidad de psicofármacos en el mercado es altísima. Los laboratorios funcionan con el DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) ahora ya sale el DSM V. Van saliendo trastornos por año, pero en relación al medicamento que está saliendo.
Fuente: La Gaceta
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