El sufrimiento de estrés postraumático durante la infancia también deja huella en el cerebro infantil, en pleno proceso de maduración.
El estrés postraumático puede dañar el cerebro de los niños. Ésta es la llamativa conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Standford (EEUU). Los cambios se observan en el hipocampo, un área cerebral que es crucial para procesar la memoria y las emociones, y hacen más vulnerables a los afectados frente al estrés, la ansiedad o la depresión que deban afrontar a lo largo de la vida.
El estrés postraumático puede dañar el cerebro de los niños. Ésta es la llamativa conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Standford (EEUU). Los cambios se observan en el hipocampo, un área cerebral que es crucial para procesar la memoria y las emociones, y hacen más vulnerables a los afectados frente al estrés, la ansiedad o la depresión que deban afrontar a lo largo de la vida.
La incomprensible y falsa creencia de que «los niños no se enteran» ha vuelto a ser rebatida por la ciencia. Según explica la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático, como un atentado, una violación, asalto, secuestro o accidente donde peligra la vida de las personas. Los afectados reviven ese acontecimiento traumático constantemente, ya que vuelven a reexperimentar una y otra vez las imágenes del suceso (flash-back) en contra de su voluntad, a pesar del paso del tiempo, y junto a fuertes reacciones de ansiedad.
Entre ellas cabe reseñar la preocupación, el miedo intenso, la falta de control, la alta activación fisiológica o la evitación de situaciones relacionadas con el hecho traumático, todo lo cual genera un fuerte estrés, agotamiento, emociones intensas y pensamientos irracionales que aumentan ese mismo estrés, agotamiento, emociones y pensamientos. Esta definición se basa en los criterios DSM-IV (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la American Psychiatric Association) que psiquiatras y psicólogos utilizan tanto para hacer el diagnóstico del TEPT a adultos como a niños.
Manifestaciones postraumáticas
Los pequeños afectados reexperimentan los hechos traumáticos de forma diferente a los adultos, a través de juegos repetitivos, pesadillas en las que pueden aparecer monstruos, ser perseguidos o amenazados, dificultades para conciliar el sueño y síntomas físicos como dolores de cabeza o de barriga. Asimismo, presentan respuestas fisiológicas de ansiedad ante un estímulo que les recuerda a la situación traumática vivida (el frenazo de un coche si han sufrido un accidente) y tendencia a evitar estímulos asociados al trauma (como negarse a subir a un coche tras un accidente o no acercarse a la zona del siniestro).
Los pequeños afectados reexperimentan los hechos traumáticos de forma diferente a los adultos, a través de juegos repetitivos, pesadillas en las que pueden aparecer monstruos, ser perseguidos o amenazados, dificultades para conciliar el sueño y síntomas físicos como dolores de cabeza o de barriga. Asimismo, presentan respuestas fisiológicas de ansiedad ante un estímulo que les recuerda a la situación traumática vivida (el frenazo de un coche si han sufrido un accidente) y tendencia a evitar estímulos asociados al trauma (como negarse a subir a un coche tras un accidente o no acercarse a la zona del siniestro).
Cambios en el cerebro
Expertos de la Universidad de Standford (EEUU) han estudiado el impacto del TEPT en pequeños que han sido sometidos a un alto nivel de estrés, fruto de un abuso sexual, físico o emocional, una violación, haber sido testigos de un acto violento o haber vivido una separación o pérdida reciente. En concreto, el grupo de investigadores que lidera Víctor Carrión, director del Programa de Investigación sobre Estrés de la Infancia del Hospital Infantil Lucile Packard, ha analizado la anatomía cerebral de los niños afectados por un desorden de estrés postraumático.
Estos científicos estudiaron a 15 niños de entre 7 y 13 años con TEPT, para lo cual les midieron el volumen del hipocampo, una parte del cerebro implicada en el procesamiento de la memoria y de las emociones, al comienzo de la investigación y al finalizar el periodo de entre 12 y 18 meses de estudio. En el artículo, publicado en marzo en la revista Pediatrics, los investigadores señalan que los niños que tenían los síntomas más severos de TEPT también eran los que tenían mayores niveles de cortisol (la hormona del estrés) al inicio del estudio. El cortisol es importante, según señaló Carrión, porque en estudios animales se ha comprobado que esta hormona puede ser tóxica y destruir células cerebrales (neuronas).
De la misma manera, el equipo de Carrión constató que los niños con los síntomas más graves de TPET eran los que tenían una mayor probabilidad de sufrir reducciones en su volumen del hipocampo al final del estudio, respecto a otros niños menos afectados, aunque también traumatizados, incluidos en el estudio. Este encogimiento del hipocampo haría que el niño afectado tuviera menos recursos para afrontar el estrés en el futuro y que fuera más vulnerable a la ansiedad y la depresión, según Carrión. Carvajal añade que «también a determinados trastornos de la personalidad, como el trastorno de la personalidad límite de tipo esquizoide, a presentar una mayor agresividad, impulsividad, hiperactividad y a abusar de sustancias tóxicas».
Expertos de la Universidad de Standford (EEUU) han estudiado el impacto del TEPT en pequeños que han sido sometidos a un alto nivel de estrés, fruto de un abuso sexual, físico o emocional, una violación, haber sido testigos de un acto violento o haber vivido una separación o pérdida reciente. En concreto, el grupo de investigadores que lidera Víctor Carrión, director del Programa de Investigación sobre Estrés de la Infancia del Hospital Infantil Lucile Packard, ha analizado la anatomía cerebral de los niños afectados por un desorden de estrés postraumático.
Estos científicos estudiaron a 15 niños de entre 7 y 13 años con TEPT, para lo cual les midieron el volumen del hipocampo, una parte del cerebro implicada en el procesamiento de la memoria y de las emociones, al comienzo de la investigación y al finalizar el periodo de entre 12 y 18 meses de estudio. En el artículo, publicado en marzo en la revista Pediatrics, los investigadores señalan que los niños que tenían los síntomas más severos de TEPT también eran los que tenían mayores niveles de cortisol (la hormona del estrés) al inicio del estudio. El cortisol es importante, según señaló Carrión, porque en estudios animales se ha comprobado que esta hormona puede ser tóxica y destruir células cerebrales (neuronas).
De la misma manera, el equipo de Carrión constató que los niños con los síntomas más graves de TPET eran los que tenían una mayor probabilidad de sufrir reducciones en su volumen del hipocampo al final del estudio, respecto a otros niños menos afectados, aunque también traumatizados, incluidos en el estudio. Este encogimiento del hipocampo haría que el niño afectado tuviera menos recursos para afrontar el estrés en el futuro y que fuera más vulnerable a la ansiedad y la depresión, según Carrión. Carvajal añade que «también a determinados trastornos de la personalidad, como el trastorno de la personalidad límite de tipo esquizoide, a presentar una mayor agresividad, impulsividad, hiperactividad y a abusar de sustancias tóxicas».
El preludio del estrés
En referencia a esta asociación entre menor tamaño del hipocampo y estrés postraumático, Antonio Armario, investigador y profesor del Departamento de Biología Celular, de Fisiología e Inmunología de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha recordado que ya se había visto en anteriores estudios en personas adultas y que ahora también constituye una hipótesis de trabajo en los modelos animales con los que trabaja su grupo de investigación.
Armario explica que en la mayoría de los estudios que se han publicado hasta ahora se ha visto que el menor tamaño del hipocampo no es una consecuencia del estrés, sino más bien un preludio, ya que hace más vulnerable al individuo frente a éste. Un ejemplo en este sentido es un estudio en gemelos adultos, llevado a cabo por el equipo de investigadores liderado por Mark W. Gilbertson, del Departamento de Psiquiatría de la Harvard Medical School, en Boston (EEUU), y publicado en 2003 en Nature Neuroscience.
Uno de los hermanos había ido a la Guerra de Vietnam y había sufrido estrés postraumático a consecuencia de sus vivencias en ella y el otro no. Sin embargo, tanto en el gemelo que acudió a la guerra y tenía TEPT como en el que no fue y no lo tenía se observó un nivel reducido del hipocampo. Esto significaría que el hipocampo ya sería menor antes del trauma experimentado y que éste sería un factor de vulnerabilidad.
Además de amnesia parcial o total, desilusión y percepción de un futuro negro, se caracterizan por mantener un estado de alerta e hipervigilancia constantes, reseña la psicóloga María José Carvajal, directora del centro Platón Psicología de Barcelona, y experta en el tratamiento de estrés postraumático en niños.
En referencia a esta asociación entre menor tamaño del hipocampo y estrés postraumático, Antonio Armario, investigador y profesor del Departamento de Biología Celular, de Fisiología e Inmunología de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha recordado que ya se había visto en anteriores estudios en personas adultas y que ahora también constituye una hipótesis de trabajo en los modelos animales con los que trabaja su grupo de investigación.
Armario explica que en la mayoría de los estudios que se han publicado hasta ahora se ha visto que el menor tamaño del hipocampo no es una consecuencia del estrés, sino más bien un preludio, ya que hace más vulnerable al individuo frente a éste. Un ejemplo en este sentido es un estudio en gemelos adultos, llevado a cabo por el equipo de investigadores liderado por Mark W. Gilbertson, del Departamento de Psiquiatría de la Harvard Medical School, en Boston (EEUU), y publicado en 2003 en Nature Neuroscience.
Uno de los hermanos había ido a la Guerra de Vietnam y había sufrido estrés postraumático a consecuencia de sus vivencias en ella y el otro no. Sin embargo, tanto en el gemelo que acudió a la guerra y tenía TEPT como en el que no fue y no lo tenía se observó un nivel reducido del hipocampo. Esto significaría que el hipocampo ya sería menor antes del trauma experimentado y que éste sería un factor de vulnerabilidad.
Además de amnesia parcial o total, desilusión y percepción de un futuro negro, se caracterizan por mantener un estado de alerta e hipervigilancia constantes, reseña la psicóloga María José Carvajal, directora del centro Platón Psicología de Barcelona, y experta en el tratamiento de estrés postraumático en niños.
¿QUÉ FUE ANTES?
María José Carvajal ha precisado que en una situación prolongada de estrés, como haber sufrido maltratos en la infancia, se segrega constantemente el cortisol. Esta hormona prepara al organismo para la lucha o para huir, pero cuando se segrega en exceso, tiene efectos nocivos en el organismo. Según detalla esta especialista, causa la destrucción de las neuronas del hipocampo, así como de otras estructuras cerebrales que forman parte del sistema límbico (la amígdala, el hipotálamo, el tálamo) que se halla en el mesencéfalo (o cerebro medio).
Un estudio hecho en embarazadas que sufrieron estrés postraumático tras los atentados a las Torres Gemelas (EEUU) reveló que estas mujeres lo transmitieron a sus hijos, a través de las hormonas del estrés, de modo que estos ya nacieron con el hipocampo menos desarrollado.
A raíz de este estudio, se infiere que, en realidad, pueden ocurrir las dos cosas. Un individuo puede tener un hipocampo menor que le hace más vulnerable al estrés y, en consecuencia, segregar más hormona del estrés, cortisol, que provoca una reducción del tamaño del hipocampo. Se trata de «un proceso que se retroalimenta», afirma Carvajal.
Los investigadores de Standford coinciden con Carvajal al señalar que los cambios en el volumen del hipocampo se asocian tanto a la gravedad de los síntomas de TEPT que sufren los niños como a sus niveles de cortisol. Y admiten que todavía no está claro si la reducción del hipocampo está causada directamente por el TPET o si, por el contrario, un menor tamaño del hipocampo hace que una persona sea más vulnerable a este trastorno, como sugiere Armario.
A raíz de este estudio, se infiere que, en realidad, pueden ocurrir las dos cosas. Un individuo puede tener un hipocampo menor que le hace más vulnerable al estrés y, en consecuencia, segregar más hormona del estrés, cortisol, que provoca una reducción del tamaño del hipocampo. Se trata de «un proceso que se retroalimenta», afirma Carvajal.
Los investigadores de Standford coinciden con Carvajal al señalar que los cambios en el volumen del hipocampo se asocian tanto a la gravedad de los síntomas de TEPT que sufren los niños como a sus niveles de cortisol. Y admiten que todavía no está claro si la reducción del hipocampo está causada directamente por el TPET o si, por el contrario, un menor tamaño del hipocampo hace que una persona sea más vulnerable a este trastorno, como sugiere Armario.
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