El órgano de la audición y el sentido a él ligado proporcionan al ser humano uno de los medios más importantes de comunicación personal, social y cultural. Por ello, las afecciones que alteran su normal funcionamiento y producen un grado severo de sordera trastornan de manera intensa las relaciones afectivas, sociales y dificultan la participación e integración social de los afectados. Se trata de una forma de marginación poco valorada. Los efectos de sordera no son muchas veces contemplados por los fabricantes de teléfonos, timbres, despertadores y otros aparatos que utilizan señales sonoras, por lo general con tonos agudos que, precisamente, las personas con problemas de sordera no pueden oír bien.
Sordera infantil
La sordera en el niño tiene una relevancia especial, pues si es muy precoz puede dar lugar a la sordomudez. Las causas por las que un niño puede nacer sordo son muchas. Además de factores hereditarios, el embarazo es una fase delicada: si la futura madre ingiere medicamentos ototóxicos o contrae enfermedades como rubéola, toxoplasmosiso o gripe, el niño puede sufrir sordera. En el parto, el sufrimiento fetal o la prematuridad son factores de riesgo, también los alumbramientos difíciles y prolongados predisponen al niño. Y después del nacimiento, patologías como otitis, paperas, sarampión o meningitis pueden dañar el oído, sin olvidar los medicamentos ototóxicos.
El diagnóstico precoz de la sordera infantil es fundamental para una buena rehabilitación. Hay signos que deben hacernos sospechar: que el bebé sea demasiado tranquilo, que no se altere ante ruidos inesperados, que no se calme escuchando la voz de sus progenitores ni sonría al oírles, que no gire la cabeza cuando se le habla ni busque con la mirada a quién le habla, que no emita sonidos guturales para llamar la atención... Ante la más mínima sospecha de sordera conviene acudir al especialista, pues de confirmarse el diagnóstico, los niños sordos requieren una educación especial que se debe iniciar cuanto antes.
Tipos de sorderas
Las causas de las sorderas pueden ser múltiples, pero según afecten a una u otra estructura del oído se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Sorderas de transmisión o conductivas: la parte afectada es el oído externo y/o el medio, con lo que la onda sonora no se transmite hasta el oído interno. Cualquier cuerpo que obstruya el conducto auditivo impide la transmisión de las ondas: tapones de cerumen, objetos extraños, crecimiento óseo anormal... También la afección del tímpano y del oído medio con su cadena de huesecillos tiene el mismo efecto: infecciones del oído (otitis), otosclerosis, perforaciones y roturas timpánicas impiden que estas estructuras vibren normalmente y transmitan dicha vibración. En las sorderas de transmisión los sonidos graves son los más afectados. La corrección pasa por la solución del problema que causa la sordera, y en ocasiones es precisa la cirugía (timpanoplastia, miringotomía, estapedectomía...).
Audiometrías
La capacidad de oír se puede medir y para ello hay diversos tipos de pruebas, aunque la audiometría la más básica. Se realiza en una cámara insonorizada, en la que se emiten, a través del audiómetro, unos sonidos de una frecuencia y de una intensidad determinadas que el paciente va identificando. Así se observa qué sonidos se perciben y cuáles no. Pero, además, las ondas sonoras se transmiten también por vía ósea -por los huesos del cráneo-, por lo que al realizar la audiometría aérea se suele hacer también la ósea. Este tipo de audiometría de sonidos se puede completar con la audiometría vocal: se hacen llegar al paciente frases, palabras, con mayor o menor intensidad, de forma más o menos rápida, lo que suministra muy importante información no sólo sobre la capacidad auditiva, sino también sobre la capacidad de discriminación de los sonidos. Hay personas afectadas de sorderas moderadas de percepción que oyen pero no discriminan los sonidos, es decir, oyen pero no entienden bien lo que escuchan.
La realización de una audiometría requiere la colaboración del paciente, por lo que en determinadas circunstancias, como con niños de corta edad o con simuladores que pretenden una indemnización, se recurre a otra técnica: la impedanciometría. Esta prueba valora la reacción de la cadena de huesecillos del oído medio y tímpano cuando el oído percibe un sonido, pues esa reacción es ajena a la voluntad.
Prótesis auditivas
La presbiacusia o pérdida de la audición por envejecimiento afecta aproximadamente al 20% de la población mayor de 65 años. Curiosamente las personas duras de oído se adaptan mejor a la falta de audición que a la pérdida de visión. Cuando alguien no ve bien acude al oculista y se pone gafas, pero no ocurre lo mismo con la audición. Una encuesta realizada entre la tercera edad ponía de manifiesto que un 6,2% disponía de prótesis auditiva pero la mitad no la usaban. La incomodidad de algunas prótesis, su elevado coste, su todavía imperfección tecnológica y los escasos resultados que a menudo perciben los usuarios hacen que su utilización sea todavía escasa. Es muy importante efectuar pruebas para comprobar la mejoría con su uso, ya que no todas las sorderas responden por igual, y muy importante, la capacidad discriminativa, la inteligibilidad de los sonidos, es en muchos casos poco susceptible de mejora. La utilización de prótesis se hará siempre después de un buen estudio de la sordera por el especialista y de efectuar las pruebas pertinentes para comprobar la mejora.
Implantes cocleares
Desde hace unos años se están realizando implantes cocleares para la sorderas neurosensoriales profundas. El implante coclear es un transductor que transforma las señales acústicas en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo. Se trata de un pequeño dispositivo que mediante una intervención quirúrgica se inserta en el oído. Es una operación costosa y no exenta de riesgos que no se aconseja para todas las personas con problemas de sordera, pues no todas se benefician de ella. Pero las que sí lo hacen alcanzan unos niveles muy buenos de audición e inteligibilidad de los sonidos.
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