Aristóteles, filósofo griego nacido en el año 384 AC, advertía a sus conciudadanos, con su característica sapiencia, de que "la virtud está en el punto medio entre dos extremos viciosos". Muchos siglos más tarde, los epidemiólogos nutricionales reinventaron su aforismo y lo llamaron 'la curva en U', que nos viene a decir que en la relación entre el consumo de nutrientes o alimentos existe un término medio entre dos extremos malos: el uno por exceso y el otro por defecto.
Otra versión, quizá aragonesa, nos habla de 'la curva en J', que viene a decir prácticamente lo mismo pero con el mensaje de que más vale pecar por defecto que por exceso. En cualquier caso, la interpretación práctica de todo esto es que en nuestra alimentación (y en general en nuestra vida cotidiana) debemos huir, casi siempre, de los extremos ya que incluso en el caso de aquellos alimentos que son considerados protectores o esenciales, su consumo excesivo no añade salud sino que puede restarla.
Las investigaciones recientes nos lo demuestran de forma continua. Por ejemplo, un estudio diseñado para examinar el valor del selenio y la vitamina E, ambos poderosos antioxidantes biológicos, sobre la prevención del cáncer de próstata, produjo efectos opuestos a los esperados y deseados.
Más recientemente, un estudio publicado en los 'Archives of Internal Medicine', en casi cuarenta mil mujeres mayores de sesenta años y seguidas desde el año 1986 en el estado de Iowa (EEUU), vino a demostrar que el uso de suplementos de vitaminas y minerales estaba asociado -paradójicamente- con un aumento de la mortalidad y éste era especialmente manifiesto en el caso de los suplementos de hierro. En este estudio, sólo la suplementación de calcio parecía ser protectora.
Estudios más recientes han extendido la precaución también a ese estadio de la vida de la mujer durante el cual es obvio que necesita más nutrientes. Me refiero al embarazo. Existen ya algunas recomendaciones a este respecto como es el caso de la suplementación de ácido fólico. Sin embargo, como han demostrado investigadores de la Universidad de Oregón (EEUU) en el 'Journal of Pediatrics', el yodo, cuyo consumo también se recomienda a las madres durante el embarazo y la lactancia, puede alcanzar un punto en el que induzca desórdenes del tiroides en los recién nacidos.
Aunque estas anomalías son una rareza, su aparición viene a sumar más evidencia al concepto de que el bastión de la salud para la población en general debe ser una dieta variada, consistente en lo posible deproductos locales y frescos, que en la práctica deberían proporcionarnos la mayor parte de las necesidades vitamínicas.
Es cierto que, en gran parte de la población, el uso de suplementos puede dar cierto sentido de seguridad y por ello está aumentado en nuestra sociedad la creencia de que son seguros y saludables y pueden remplazar nuestra mala alimentación sin efectos negativos. Aunque lo más probable es que al nivel que se encuentran en los preparados multivitamínicos habituales, su consumo no induzca estados patológicos, lo que sí deberíamos evitar, a menos que sea recomendado por un profesional de la salud, son las megadosis de cualquier tipo de suplementos. Y esto incluye también aquellos tomados con el fin de aumentar el rendimiento deportivo (apropiada mención con las recientes Olimpiadas). Recordemos pues que, a pesar de los cantos de sirenas, a la larga, la virtud siempre está en el medio.
Autor * José Mª Ordovás es director del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU), profesor de Nutrición y Genética, director científico del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación (IMDEA) e investigador colaborador senior en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (Madrid).
Fuente: elmundo.es
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