Un estudio reciente halló que probablemente no sea útil que los padres llenen a sus hijos de comentarios con la finalidad de fomentar la autoestima. En lugar de ello, el tipo adecuado de elogios y estímulo podría ayudar a los niños a estar más abiertos al cambio y deseosos de hacer las tareas más difíciles que proveen oportunidades de aprendizaje.
La investigación sugiere que los niños pequeños cuyos padres les dicen regularmente cosas como "te esforzaste mucho en eso" en lugar de "qué maravilloso" podrían tener una ventaja incluso apenas cinco años después cuando tienen que asumir desafíos. Ese tipo de elogios de parte de los padres desde temprano puede afectar la forma en que los niños evalúan sus capacidades, señalaron los investigadores.
"Decirle a los niños que son inteligentes en lugar de alabar los pasos positivos que toman para resolver un problema mientras juegan puede hacer que cuestionen su inteligencia cuando se topen con algo que les resulte más difícil", señaló la autora del estudio Elizabeth Gunderson, profesora asistente del departamento de psicología de la Universidad de Temple, en Filadelfia.
Gunderson dijo que los padres tienden a establecer uno de dos "estilos de elogio" muy pronto, uno que se enfoca en lo que el niño hace, o uno que se enfoca en sus características personales. Entonces, mientras quizás un padre diga algo como "persististe hasta que la pieza del rompecabezas encajó", otro podría decir instintivamente "eres bueno para esas cosas".
Enfocarse en el proceso o actividad (en este caso, hallar la pieza correcta del rompecabezas) comunica que el esfuerzo y las acciones pueden llevar al éxito. Enfocarse en las características del niño parece transmitir inintencionadamente que su capacidad es inalterable, explicó.
A pesar de cualquier diferencia en el estilo natural de los padres, se les puede enseñar a suministrar elogios más orientados en el proceso, aseguró Gunderson. "Esta investigación definitivamente ha influido sobre lo que hago con mi hijo de un año", añadió.
Para el estudio, que aparece en la edición del 12 de febrero de la revista Child Development, los investigadores grabaron en video a 53 niños pequeños y a sus padres mientras interactuaban en casa durante 90 minutos. Se dijo a los padres que estaban participando en un estudio sobre el desarrollo del lenguaje en los niños, para evitar que se concentraran específicamente en lo que les decían.
Se analizaron los casos en que los padres alababan a los niños en las cintas, según enfatizaran las estrategias, el esfuerzo y la acción o las cualidades positivas del niño. Los investigadores notaron factores como la raza, la etnia y el nivel de ingresos de los padres para ayudar a asegurar que los resultados del estudio no se vieran afectados por esos datos. No evaluaron ni controlaron por el nivel de inteligencia del niño.
Entonces, cinco años más tarde, cuando los niños tenían unos 7 u 8 años, los investigadores dieron seguimiento a las mismas familias, y evaluaron si los niños parecían preferir las tareas fáciles o las desafiantes, y si se frustraban con facilidad cuando se topaban con alguna dificultad.
En las situaciones en que los padres tendían a alabar las acciones más que las características de los niños, los niños reportaron tener actitudes más positivas sobre los desafíos, tenían una mayor capacidad de encontrar formas de vencer los obstáculos, y creían que podían mejorar mediante el trabajo arduo. El estudio también halló que la cantidad total de elogios no afectaba las respuestas de los niños.
Los investigadores descubrieron una diferencia sexual relacionada con el estilo de elogio de los padres. Aunque los niños de ambos sexos recibían más o menos la misma cantidad de elogios en general, los chicos tendían a recibir más elogios por el proceso que las chicas. Cinco años más tarde, en promedio los chicos se sentían más cómodos al enfrentarse a desafíos intelectuales y eran más propensos a pensar que podían hacerse más inteligentes a través del trabajo arduo que las chicas.
Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad Estatal de San Diego, dijo que el estudio ayuda a hacer la distinción que los padres necesitan entre comunicar a los niños que pueden lograr algo y simplemente aumentar su autoestima. "Significa reforzarle a los niños que son capaces de hacer algo", apuntó Twenge.
Aunque Twenge dijo que cree que los investigadores realizaron un buen trabajo al controlar las variables externas, anotó que es imposible medir todo en este tipo de investigación, que se conoce como "estudio correlacional". También anotó que en cualquier momento en que los padres están siendo observados y filmados, sus acciones y comentarios quizás no reflejen lo que harían si no los observaran ni filmaran. Pero señaló que el nuevo estudio es "un buen complemento para los datos experimentales previos".
El estudio, aunque no se relaciona directamente con la autoestima, ilumina por qué dar a los niños mensajes positivos sin consideración no es efectivo, aseguró Twenge. "La autoestima en sí no lleva a cosas buenas, como unas buenas calificaciones o la prevención de la mala conducta", advirtió. "Es mejor enfocarse en la autoeficacia, o sea pensar que uno es capaz de hacer algo, y en el autocontrol. Ese tipo de elogios, que se enfoca en la acción, apunta en esa dirección".
La moraleja para los padres en realidad es bastante simple, aseguró Gunderson, autora del estudio. "Realmente se trata de fomentar una mentalidad de que el desafío y el esfuerzo son buenos, y que siempre se puede mejorar si se trabaja arduamente".
Fuentes: Elizabeth Gunderson, Ph.D., assistant professor, department of psychology, Temple University, Philadelphia; Jean Twenge, Ph.D., professor, psychology, San Diego State University, and author, Generation Me; Feb. 12, 2013, Child Development
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