La obesidad es un fenómeno tan complejo, con tantos factores implicados en su génesis y evolución, que, cuando se habla de ella a veces se confunden las evidencias, que cuentan con el suficiente respaldo científico, con las creencias que llevan años apoyadas en el imaginario colectivo.
Debido a eso, siguen circulando muchas falsas ideas en torno a los problemas de sobrepeso y su prevención. Y no solo entre la población general, sino también en el mundo académico y los medios, según acaba de demostrar una investigación.
Su análisis, que ha repasado la literatura científica y las últimas publicaciones periódicas, ha destapado algunos de los mitos más extendidos:
El sexo consume mucha energía: A menudo se defiende que, en un encuentro sexual, cada participante 'quema' entre 100 y 300 kilocalorías. Sin embargo, las estimaciones reales son mucho menores: apenas 3.5 kilocalorías por minuto, un gasto similar al que se consigue dando un paseo. "Un hombre en la treintena consume aproximadamente 21 kilocalorías durante el coito", resumen los autores de este trabajo.
La lactancia protege frente a la obesidad: Durante muchos años se creyó que así era, pero varios estudios han probado queno hay evidencias que respalden esta relación. Eso sí, advierten los investigadores en la revista 'The New England Journal of Medicine', la práctica "tiene otros importantes beneficios para el bebé y la madre, por lo que debe promoverse".
Hay que estar concienciado para adelgazar: Otro de los mitos más extendidos es que es necesario valorar la actitud del paciente que va a someterse a un programa de pérdida de peso. Clotilde Vázquez, jefa del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, desmonta la teoría: "Muchos pacientes van motivándose a medida que ven los resultados de su esfuerzo. De hecho, una mejor predisposición inicial no siempre garantiza mejores resultados", remarca.
Hay que marcarse objetivos realistas: Esta afirmación parte de la base de que, si no se marca un objetivo prudente, el paciente podría "frustrarse y perder menos peso". "Aunque es una hipótesis razonable", señalan los investigadores, "los datos empíricos indican que no hay ninguna asociación negativa consistente entre marcarse una meta ambiciosa y la pérdida de peso. Es más, varios estudios han mostrado que los objetivos más ambiciosos a veces se relacionan con mejores resultados". Para Vázquez, esto es así, siempre que el paciente se somete a un seguimiento constante. "A largo plazo es difícil sostener algo muy ambicioso, por lo que, cuando se pierde el control externo, a veces los pacientes abandonan los hábitos adquiridos", explica. En su opinión, en todos los casos "hay que personalizar la atención" ya que, mientras que para algunos poner una meta ambiciosa puede suponer un acicate para su motivación, en otros casos esta estrategia puede ser contraproducente.
Pequeños cambios en la dieta o la actividad física tienen un gran impacto a largo plazo: Un ejemplo de esta teoría es el que asegura que reducir el gasto energético diario en 100 kilocalorías (caminar un kilómetro y medio al día) supone una disminución de más de 20 kilos en un plazo de 5 años. En realidad, señalan los autores de este trabajo, la pérdida real de peso sería sólo dealrededor de 4,5 kilos en el mismo tiempo, y siempre que "no se tenga en cuenta una ingesta compensatoria de calorías por el esfuerzo realizado". Vázquez explica que la primera estimación es puramente teórica, ya que no tiene en cuenta los múltiples factores que pueden intervenir al margen de la práctica de ejercicio. Sin embargo, para esta especialista es importante "no minimizar la efectividad de los pequeños gestos". "Conseguir perder más de cuatro kilos en un plazo de cinco años y no recuperarlos es un logro muy importante", señala. Y continúa: "En mi experiencia he comprobado que sólo los pequeños cambios son sostenibles".
Las clases de educación física son claves en la prevención: Al menos tal y como está planteado el modelo actual, los programas "no resultan muy efectivos a la hora de reducir el índice de masa corporal o la prevalencia de la obesidad", señalan los investigadores. Sin embargo, para Clotilde Vázquez, jefa del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, nunca hay que subestimar el papel del ejercicio en la infancia. "La actividad física es fundamental para crecer bien, es salud y resulta básica en el desarrollo musculo-esquelético. Otra cosa es cómo se plantee esa actividad en las escuelas", señala.
Fuente: elmundo.es
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