La esquizofrenia es una de las enfermedades más devastadoras para el individuo y su entorno. La incapacidad de la medicina moderna para descubrirla antes de que se haya adueñado del cerebro añade dramatismo a un trastorno mental que afecta a medio millón de españoles. Ahora, un grupo de investigadores ha logrado registrar su rastro por medio de las ondas cerebrales. Usando una técnica de neuroimagen, han comprobado que el cerebro de los esquizofrénicos presenta un patrón diferente al de los individuos sanos. El diagnóstico precoz de la enfermedad está hoy un poco más cerca.
Investigadores de cinco centros españoles y uno británico han aprovechado que la actividad de las neuronas genera campos magnéticos para registrarlos con una técnica conocida como magnetoencefalografía. Comparando esas ondas cerebrales de individuos sanos y esquizofrénicos, buscaban diferencias que pudieran dar pistas sobre la enfermedad. Comprobaron que, al menos en dos indicadores, el patrón era diferente. En concreto, vieron que la velocidad de oscilación de la onda (frecuencia mediana) y la potencia relativa de frecuencias altas del espectro (banda gamma) eran significativamente diferentes.
A diferencia de las enfermedades del cuerpo, las de la mente, y en particular la esquizofrenia, no dan muchas pistas de su llegada. “No hay pruebas de sangre, fluido cerebroespinal, imagen cerebral o neurofisiológica para la esquizofrenia en la práctica clínica”, explica Javier Escudero, de la Universidad británica de Plymouth y coautor del estudio publicado en Physiological Measurement . El diagnóstico tiene que apoyarse en los síntomas que comunica el paciente y en el juicio del médico. “La llegada de un marcador objetivo para la esquizofrenia podría ayudar y mucho a la diagnosis y ofrecer una mejor comprensión de la base neurobiológica de la enfermedad.
La esquizofrenia, en realidad, son muchas esquizofrenias. Suele aparecer en los últimos años de la adolescencia y primeros de la madurez. Aunque el abanico de manifestaciones es muy amplio, viene caracterizada por una serie de síntomas llamados positivos, como alucinaciones, delirios o paranoias, y síntomas negativos, como deterioro cognitivo, aislamiento social o abandono personal. Se estima que el 1,1% de la población mundial puede padecerla en su vida. En general, los esquizofrénicos tiene una menor esperanza de vida.
Precisamente, el estudio, realizado con 15 pacientes del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, muestra que al menos cuatro indicadores de las señales cerebrales habían cambiado con la edad en los pacientes en comparación con los 17 sujetos que usaron como grupo de control. La esquizofrenia estaría afectando la manera en la que el cerebro madura con el tiempo. “Las oscilaciones que recoge el magnetoencefalograma parecen hacerse muy ligeramente más rápidas, más complejas en los sujetos sanos. No es que esto sea bueno o malo, es simplemente cómo el cerebro madura con la edad”, explica Escudero. “Sin embargo, en los pacientes con esquizofrenia, la tendencia parece ser contraria”, añade.
Aún queda para un diagnóstico precoz
Aunque este trabajo abre un nuevo camino para el diagnóstico precoz de la esquizofrenia, aún queda mucho para que una máquina pueda anticipar las primeras señales de la enfermedad leyendo el cerebro. En primer lugar, la técnica usada, la magnetoencefalografía, es un recurso muy caro, reservado a la investigación. Más importante aún es que no es 100% confiable. Usando el conjunto de indicadores de todo el espectro de las ondas cerebrales, los investigadores consiguieron clasificar a los pacientes con un 71,3% de acierto. “Ese valor no es suficiente para la práctica clínica”, destaca un Escudero que insiste en el pequeño tamaño de la muestra para matizar sus resultados.
El director del departamento de neuroimagen de la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas, Juan Alvarez-Linera (no relacionado con el estudio), destaca que cada vez hay más herramientas para ver las alteraciones funcionales del cerebro como la magnetoencefalografía y que esta investigación contribuye a saber más. “El problema es que estos estudios se realizan con grupos no con individuos. “No es una técnica que permita realizar una prueba a un individuo aislado y diagnosticarlo”.
Su colega Fernando Maestu, director del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva y Computacional del Centro de Tecnología Biomédica y experto en magnetoencefalografía, explica que esta técnica de neuroimagen se está empezando a usar tras los primeros episodios de un trastorno mental y seguir así su evolución. “Pero, para el diagnóstico precoz, habría que usarla con grandes grupos de población y a lo largo del tiempo”.
Pero Escudero asegura que, a largo plazo, podrían transferir las técnicas con las que han trabajado a la electroencefalografía (mucho más barata y usada en la experiencia clínica). “De todos modos, éste es un primer estudio. Estamos ya actualmente probando otros índices con la esperanza de que, empleando nuevos índices para caracterizar las señal y técnicas más complejas para realizar la clasificación, la precisión pueda aumentar en el futuro”, añade. Si un día lo consigue, será fuera de España. Salió de aquí en 2010, convencido de los beneficios de trabajar con equipos de fuera. Pero, con los recortes que está sufriendo la ciencia española, ni se le pasa por la cabeza volver.
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