Esos factores de riesgo, que incluyen hipertensión, colesterol alto, niveles altos de glucemia y un engrosamiento del músculo cardiaco, pueden fomentar el riesgo de enfermedad cardiaca en hasta 40 por ciento, anotaron los autores del estudio.
"Realmente debemos tomar medidas contra la obesidad infantil a la edad más temprana posible", enfatizó la investigadora líder Claire Friedemann, del departamento de ciencias de atención primaria de la salud de la Universidad de Oxford. "Hemos mostrado que la obesidad no solo se trata de la apariencia, sino que podría tener un efecto duradero sobre la salud de un niño. Si no afrontamos el problema por completo, podríamos perder los avances que se han logrado en el tratamiento de la enfermedad cardiaca en los últimos años".
El Dr. Gregg Fonarow, profesor de cardiología de la Universidad de California, en Los Ángeles, y vocero de la American Heart Association, añadió que la obesidad se asocia con muchos factores de riesgo cardiovascular, y entre los adultos contribuye a la diabetes, a la enfermedad cardiovascular prematura y a la muerte.
"Estos hallazgos sugieren que ser obeso en la niñez empeora significativamente los factores de riesgo cardiovascular y que las consecuencias adversas de salud podrían ser incluso mayores de lo que se pensaba", señaló. "Se necesitan esfuerzos globales sustanciales para abordar la obesidad infantil".
El informe aparece en la edición del 25 de septiembre de la revista BMJ.
Para el estudio, el equipo de Friedemann analizó 63 estudios que medían el peso y el riesgo de enfermedad cardiovascular en niños y adolescentes de 5 a 15 años. En total, los estudios incluyeron a más de 49,000 niños. Se llevaron a cabo en "países altamente desarrollados" y fueron publicados entre 2000 y 2011.
Este tipo de estudio, conocido como metaanálisis, se usa para hallar hilos comunes en varios estudios con la esperanza de poder afirmar un hallazgo general de forma más rotunda. Los problemas con este tipo de análisis surgen de las debilidades de cualquiera de los estudios incluidos y la dificultad de combinar datos dispares.
En el análisis, los investigadores hallaron que, en comparación con los niños de peso normal, los niños obesos tenían una presión arterial, colesterol y niveles de glucemia significativamente más elevados, además de unos músculos cardiacos más gruesos.
Estos factores de riesgo pueden aumentar el riesgo de enfermedad cardiaca y accidente cerebrovascular en 30 a 40 por ciento cuando estos niños lleguen a la adultez, advirtieron los investigadores.
Los niños con sobrepeso también tenían una presión arterial más elevada, pero menos que los niños obesos.
"Aunque el tamaño del efecto que la obesidad tiene sobre la salud cardiaca de los niños es preocupante, la buena noticia es que todos se pueden mejorar a través de una dieta sana y del ejercicio", aseguró Friedemann. "Es mucho más fácil que estos hábitos comiencen en la niñez y perduren en la adultez".
El Dr. David Katz, director del Centro de Investigación en Prevención de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, señaló que "en otra época, esta noticia hubiera sido chocante, pero este estudio nos dice lo que ya sabemos. Una obesidad generalizada pone en peligro los futuros de nuestros hijos. ¿Cuántos datos más necesitamos antes de comprometernos a hacer todo lo posible para solucionarlo?".
La Dr. Nancy Dobrolet, cardióloga pediátrica del Hospital Pediátrico de Miami que atiende a niños obesos todos los días en su consultorio, dijo que "estos hallazgos son reales, y los efectos de salud para los niños son reales".
"Lo veo todos los días en mi clínica", afirmó. "Cada día, los pacientes son remitidos por hipertensión y colesterol alto, y la gran mayoría de esos pacientes son obesos".
La mayoría de esos niños no hacen nada de ejercicio, apuntó Dobrolet, quien no administra a sus pacientes fármacos para reducir la presión arterial ni el colesterol.
"El primer tratamiento es cambiar la dieta y el ejercicio", enfatizó.
Fuentes: Claire Friedemann, department of primary care health sciences, University of Oxford, England; David Katz, M.D., M.P.H., director, Yale University Prevention Research Center, New Haven, Conn.; Gregg Fonarow, M.D., professor, cardiology, University of California, Los Angeles, and spokesman, American Heart Association; Nancy Dobrolet, M.D., pediatric cardiologist, Miami Children's Hospital; Sept. 25, 2012, BMJ
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