Grace va todos los días en autobús a su trabajo. Cuando llega a la parada y el transporte público tarda, suele preocuparse en exceso. Olvida su bolso en la parada, o en mitad de la calle, para aligerar el paso y se interna por la ciudad, nerviosa, buscando su autobús, con lo que no atiende ni a cruces ni semáforos y su nerviosismo aumenta... y además, siempre llega tarde.
Grace, a sus 60 años, además de autismo, sufre parálisis cerebral leve y epilepsia. El común retraso de los transportes suponía para ella un calvario con el que ponía en riesgo su vida y también su trabajo, ya que tan normal como la tardanza del autobús era que ella llegara tarde a su puesto laboral, sofocada y muy nerviosa.
Para personas como Grace, los investigadores del departamento de Terapia Ocupacional de la Universidad de Virginia (EEUU) decidieron investigar los efectos de las nuevas tecnologías con la idea de hacerles la vida más fácil para que su salud y su trabajo no se vieran afectados por los trastornos propios del autismo. Los resultados se han publicado en 'Journal of Vocational Rehabilitation'.
Tecnología para trabajadores eficientes
"Nuestro objetivo principal era que las dificultades relacionadas con la cognición, el comportamiento, la comunicación y el procesamiento sensorial propios del autismo no afectaran a su capacidad de obtener y mantener un empleo", explica Gentry Tony, doctor y autor principal de este estudio.
En EEUU, sólo el 15% de los adultos con trastorno del espectro autista tiene alguna forma de trabajo remunerado, algo que para este doctor es "un problema para su integración en una sociedad que no los valora como deben". Una valoración que, según este especialista, no tiene en cuenta "que los adultos con autismo suelen tener valiosos activos y fortalezas requeridas en muchos puestos de trabajo, como la capacidades lógicas y matemáticas, la memoria fotográfica o unas habilidades excepcionales con los ordenadores", asegura.
Y para demostrar sus palabras explica los datos de su estudio. Tras realizar un ensayo aleatorizado de cuatro años, en el que se regalaba a los analizados una PDA (Apple iPod Touch), se descubrió que "utilizando estos pequeños ordenadores como 'entrenadores personales laborales' se ayudaba a gestionar mejor las tareas y funciones de estas personas y aumentaba la estimación en sus trabajos".
Así, en el caso de Grace, este dispositivo disponía de un servicio para conectarse a la red de transportes y saber cuánto iba a tardar su autobús. Para que los nervios no le jugaran una mala pasada, los podcasts reproducían algunos de sus programas de radio y música favorita durante la espera, mientras que un vídeo le mostraba dónde permanecer de foram segura hasta que llegara el transporte y qué hacer si éste no aparecía. Lo mismo una vez que llegaba a su puesto de trabajo, donde el pequeño ordenador le recordaba las tareas que tenía que ir haciendo. "Seis meses después, el gerente de su empresa informaba de que Grace trabajaba de forma autónoma y hábil", explica Gentry Tony.
Para Jeffrey, conserje durante el día en un restaurante de comida rápida, el estrés le impedía pasar de una tarea a otra y no podía recordar los pasos a seguir para el almacenamiento de los alimentos o de la limpieza de los baños. "El 'terapeuta ocupacional' programado en su PDA le recordaba sus tareas, le daba una señal para pasar de una función a otra, y la aplicación de Notas explicaba paso a paso qué tenía que hacer en cada tarea. Además, disponía de mensajes de vídeo y otros apoyos", comenta el investigador.
Según el estudio, una semana después Jeffrey respondía con éxito a las señales de los recordatorios y comprobaba sus notas y tareas. Al año, seguía utilizando la PDA y conservaba su puesto, ya que se le consideraba "un empleado de confianza".
Un último ejemplo pone el acento en la importancia de conservar estas herramientas "para hacer una vida más gratificante a este tipo de trabajadores". Es el caso de Lily, aquejada con el síndrome de Down y autismo. Lily es limpiadora en un hospital estadounidense y se frustraba cada vez que le corregían en sus funciones o había algún tipo de imprevisto en sus tareas, lo que la hacía llorar o dar pisotones fuertes por los pasillos. "Adaptamos la PDA a sus características concretas, ya que Lily es analfabeta. Para ello, incluimos indicaciones no verbales (con vídeos e imágenes) para enseñarle cómo completar sus tareas y recordarle cuál es el comportamiento adecuado que tiene que seguir en su puesto. Si Lily completaba cada jornada sin un comportamiento inadecuado recibía una recompensa en forma de juegos o música a través de su PDA, así también se familiarizaba con ella", explica el autor del estudio.
El problema fue que Lily perdió su dispositivo y ahí se observó una marcha atrás en el tratamiento rápidamente. "Al poco de perderlo los avances que se habían logrado hasta entonces se resintieron hasta el punto de volver a como estaba al principio, con actitudes inapropiadas y sin terminar de completar sus labores como se le pedía. Una vez conseguido el equipo de repuesto, se volvió a una situación de independencia laboral para Lily", recuerda el doctor Gentry.
Aunque el especialista explica que la utilización de estos dispositivos ha de ser más ampliamente estudiada, muestra su confianza "en que estos aparatos puedan representar una ayuda real para personas con autismo, un momento importante para cualquier investigador que descubre que puede mejorar la vida de sus pacientes evitándoles frustraciones y enseñando al resto de la sociedad de lo que son capaces con un poco de ayuda".
Fuente: elmundo.es
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