Los trastornos de alimentación, que en la mayoría de los casos suelen desencadenarse en la pubertad y “explotar” durante la adolescencia, hasta hace algún tiempo parecían patrimonio exclusivo de las chicas. Sin embargo, desde hace algún tiempo, el número de varones que padecen principalmente anorexia o bulimia, viene creciendo en forma muy significativa.
Esto es lo que muestra un informe emitido hace poco por la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba), una institución que desde 1985 viene trabajando en este campo, y cuyo trabajo terapéutico forma parte desde el año 1992 de los cursos de posgrado de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Según un relevamiento realizado sobre 100 mil casos, los únicos datos disponibles en el país sobre este tema indican que en los últimos 10 años el número de adolescentes varones que padecen trastornos de alimentación creció 350 por ciento. Esta cifra se extrae del porcentual de jóvenes afectados con que contábamos en el año 2000, que era el dos por ciento, y el registrado en el último informe: nueve por ciento”, manifestaron los responsables de Aluba.
“Además, a través de la encuesta establecimos que es más frecuente que los adolescentes que desarrollan este tipo de patologías sean los que viven dentro de una familia con características de bipolaridad”, agregaron los especialistas.
Marcela Paz, médica de planta del servicio de Adolescencia del Hospital Italiano de Buenos Aires (Hiba), indicó que “tanto cuando existe un cuadro definido de anorexia nerviosa o de bulimia, como cuando no hay un trastorno tan marcado, es importante que el equipo médico, que debe ser interdisciplinario, trabaje con el núcleo íntimo de la persona afectada, que puede ser un adolescente aunque también un niño o un joven”
La médica aclaró que el trabajo debe incluir tanto a la familia conviviente, como también al resto de los integrantes del grupo que frecuenta a la persona afectada.
En cuanto a las formas de abordar el problema, la especialista señaló que lo primero y fundamental es consultar e informarse, para luego desarrollar un plan a la medida de cada persona, en el cual no debe haber lugar para la obligación, pero sí para el apoyo, el respaldo y la contención.
En qué consiste
Los desordenes alimentarios son patologías que, si bien se manifiestan o se hacen visibles por los problemas y desajustes que muestran quienes los padecen en sus hábitos de alimentación (o comen poco o comen mucho y se dan atracones), en realidad encierran una compleja trama de síntomas que tiene mucho que ver con el estado psíquico de la persona afectada.
Entre los principales signos de que algo está pasando se encuentran la alteración o distorsión de la propia imagen corporal –los jóvenes afectados siempre se ven excedidos–; el temor excesivo a subir de peso; y la adquisición y adjudicación de una serie de valores a lo estrictamente estético, cuando en realidad tienen mucho más que ver con lo personal.
A su vez, si bien los trastornos considerados en el informe de Aluba fueron aquellos que por sus características podían enmarcarse dentro de las dos patologías más frecuentes relacionadas con los trastornos de alimentación, es decir, la anorexia nerviosa y la bulimia, también hay otros desórdenes que no tienen tanta repercusión. Entre estos se cuentan la ortorexia, definida como la obsesión por alimentarse exclusivamente con alimentos considerados saludables; la vigorexia o dismorfia muscular, que se presenta en aquellas personas que permanentemente sienten la necesidad de modificar su cuerpo ya sea sometiéndose a dietas, a planes extremos de actividad física, suplementos e inclusive cirugías estéticas; y por último la enfermedad por atracón, caracterizada por la sobreingesta compulsiva de alimentos hasta alcanzar el punto de sentir repulsión.
Entre los principales signos de que algo está pasando se encuentran la alteración o distorsión de la propia imagen corporal –los jóvenes afectados siempre se ven excedidos–; el temor excesivo a subir de peso; y la adquisición y adjudicación de una serie de valores a lo estrictamente estético, cuando en realidad tienen mucho más que ver con lo personal.
A su vez, si bien los trastornos considerados en el informe de Aluba fueron aquellos que por sus características podían enmarcarse dentro de las dos patologías más frecuentes relacionadas con los trastornos de alimentación, es decir, la anorexia nerviosa y la bulimia, también hay otros desórdenes que no tienen tanta repercusión. Entre estos se cuentan la ortorexia, definida como la obsesión por alimentarse exclusivamente con alimentos considerados saludables; la vigorexia o dismorfia muscular, que se presenta en aquellas personas que permanentemente sienten la necesidad de modificar su cuerpo ya sea sometiéndose a dietas, a planes extremos de actividad física, suplementos e inclusive cirugías estéticas; y por último la enfermedad por atracón, caracterizada por la sobreingesta compulsiva de alimentos hasta alcanzar el punto de sentir repulsión.
Fuente: lavoz.com.ar
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