Una estadounidense llamada Kate Finn se murió por comer sano. O eso creía ella. Su obsesión por seguir una dieta saludable la llevó a excluir de su menú cualquier producto con conservantes, frutas y verduras no orgánicas, todo tipo de carnes, grasas y también aquellos alimentos preparados de formas que considerara incorrectas. La restricción fue tal que prácticamente se quedó sin comida para elegir. Los médicos le diagnosticaron anorexia, pero ella no se sintió identificada. No tenía miedo de engordar, ni le interesaba estar flaca. Sólo quería comer "sano", sentirse "pura", y gozar de los beneficios que, pensaba, eso le traería a su cuerpo y a su mente. Así que no se ajustó al tratamiento y continuó con un estricto régimen autoimpuesto. En 2003, falleció de un paro cardíaco por inanición.
En su calidad de paradoja y colmo absoluto, el caso de Finn ilustra como ningún otro la manía madre del siglo que corre. En un universo elaborado a partir de productos light, de dietas efímeras y milagrosas, de conteo continuo de calorías y de menús vegetarianos y macrobióticos, alimentarse pasó de ser la función más simple y primaria del hombre a convertirse en la base de un listado de patologías sin fin.
De una fuente de placer a un motivo de angustia
Si bien el manual de psiquiatría DSM IV -referente a nivel mundial para la comunidad médica- reconoce como principales trastornos alimentarios (TA) a la bulimia y la anorexia, en los últimos años distintos expertos han acuñado nuevos términos para definir variantes de esos cuadros. Así se escucha hablar de alcohorexia (TA combinado con abuso del alcohol), vigorexia (obsesión por el ejercicio físico), diabulimia (TA en pacientes diabéticos), pregorexia (TA en el embarazo), permarexia (vivir pendiente de la dieta), trastorno por atracón y ortorexia, entre otros. Este último concepto, utilizado por primera vez por el médico Steve Bratman en su libro Health Food Junkies en el 2000, configuró el diagnóstico final de Kate Finn, a quien Bratman de hecho había entrevistado en el marco de una investigación. La ortorexia describe la obsesión por una dieta sana. En general, las víctimas de esta manía sufren más de angustia mental que por un peligro físico, si bien la alta restricción en sus menús deriva en ausencia de nutrientes y vitaminas esenciales.
Ahora bien, ¿realmente se están configurando nuevas patologías o se trata simplemente de etiquetas de estreno para pequeñas variantes de los trastornos de siempre? Juana Poulisis es una médica argentina con un magíster en psicofarmacología que estudió sobre TA en la Universidad de Sidney, Australia. Recientemente publicó el libro Los nuevos trastornos alimentarios (Paidós, 2011), donde explica muchas de las patologías mencionadas y recoge testimonios de pacientes. Consultada por Domingo, admitió que "ciertos comportamientos existían antes", pero enfatizó que todos estos trastornos "se han incrementado exponencialmente".
En la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba) uruguaya no se manejan estos nuevos términos. Según explica el psicólogo de la institución Sebastián Rodríguez Marichal, se basan en los parámetros del DSM IV, por lo que sólo se habla de bulimia y anorexia, aunque afirma que "ahora se le está dando más lugar al trastorno por atracón", una patología en la que el paciente ingiere una cantidad desmedida de comida en muy poco tiempo, como sucede en la bulimia, con la diferencia de que no incurre en "conductas compensatorias", como vómitos o ejercicio físico desenfrenado.
Rodríguez Marichal conoce los términos nuevos, pero considera que al entrar todos en la gran bolsa de patologías alimentarias, el tratamiento siempre es el mismo. "Se trata de regularizar el vínculo con la comida, con el cuerpo. El abordaje es grupal, si bien cada uno lo va trabajando según su singularidad y su historia".
El gran denominador común es la idea obsesiva, explica por su parte la psicóloga Milagros Fernández, especializada en trastornos alimentarios y docente de la Universidad Católica. La vida de estas personas "gira en torno a la comida, desde que se levantan hasta que se acuestan. Están todo el tiempo pensando en qué comer y qué no; les cuesta mucho conectarse con la realidad. En las consultas, ves que están como idos y no tienen conciencia de enfermedad. Sobre todo en las personas con anorexia; cuesta mucho llegar a ellas".
ALCOHOL Y RIESGOS
Si bien el manual de psiquiatría DSM IV -referente a nivel mundial para la comunidad médica- reconoce como principales trastornos alimentarios (TA) a la bulimia y la anorexia, en los últimos años distintos expertos han acuñado nuevos términos para definir variantes de esos cuadros. Así se escucha hablar de alcohorexia (TA combinado con abuso del alcohol), vigorexia (obsesión por el ejercicio físico), diabulimia (TA en pacientes diabéticos), pregorexia (TA en el embarazo), permarexia (vivir pendiente de la dieta), trastorno por atracón y ortorexia, entre otros. Este último concepto, utilizado por primera vez por el médico Steve Bratman en su libro Health Food Junkies en el 2000, configuró el diagnóstico final de Kate Finn, a quien Bratman de hecho había entrevistado en el marco de una investigación. La ortorexia describe la obsesión por una dieta sana. En general, las víctimas de esta manía sufren más de angustia mental que por un peligro físico, si bien la alta restricción en sus menús deriva en ausencia de nutrientes y vitaminas esenciales.
Ahora bien, ¿realmente se están configurando nuevas patologías o se trata simplemente de etiquetas de estreno para pequeñas variantes de los trastornos de siempre? Juana Poulisis es una médica argentina con un magíster en psicofarmacología que estudió sobre TA en la Universidad de Sidney, Australia. Recientemente publicó el libro Los nuevos trastornos alimentarios (Paidós, 2011), donde explica muchas de las patologías mencionadas y recoge testimonios de pacientes. Consultada por Domingo, admitió que "ciertos comportamientos existían antes", pero enfatizó que todos estos trastornos "se han incrementado exponencialmente".
En la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba) uruguaya no se manejan estos nuevos términos. Según explica el psicólogo de la institución Sebastián Rodríguez Marichal, se basan en los parámetros del DSM IV, por lo que sólo se habla de bulimia y anorexia, aunque afirma que "ahora se le está dando más lugar al trastorno por atracón", una patología en la que el paciente ingiere una cantidad desmedida de comida en muy poco tiempo, como sucede en la bulimia, con la diferencia de que no incurre en "conductas compensatorias", como vómitos o ejercicio físico desenfrenado.
Rodríguez Marichal conoce los términos nuevos, pero considera que al entrar todos en la gran bolsa de patologías alimentarias, el tratamiento siempre es el mismo. "Se trata de regularizar el vínculo con la comida, con el cuerpo. El abordaje es grupal, si bien cada uno lo va trabajando según su singularidad y su historia".
El gran denominador común es la idea obsesiva, explica por su parte la psicóloga Milagros Fernández, especializada en trastornos alimentarios y docente de la Universidad Católica. La vida de estas personas "gira en torno a la comida, desde que se levantan hasta que se acuestan. Están todo el tiempo pensando en qué comer y qué no; les cuesta mucho conectarse con la realidad. En las consultas, ves que están como idos y no tienen conciencia de enfermedad. Sobre todo en las personas con anorexia; cuesta mucho llegar a ellas".
ALCOHOL Y RIESGOS
Todas estas patologías comienzan en la adolescencia y, en su gran mayoría, se dan en mujeres. En Aluba Uruguay se atienden alrededor de 40 pacientes; sólo uno es varón. Pero "no tiene un TA quien quiere sino quien puede", desliza uno de los expertos. Es que se necesitan ciertas características de personalidad para sostener estas conductas, que son distintas en bulímicos y anoréxicos. "La anorexia empieza antes, sobre los 12 o 13 años, y necesita mucha disciplina y autocontrol.
La persona es más rígida, entonces puede cumplir" con la restricción de comida que se autoimpone, explica la psicóloga Fernández. Al ser tan exigentes consigo mismas, incluso es frecuente que tengan un muy buen rendimiento académico y estén como "sobreadaptadas", sin generar conflictos, lo que lleva a que los padres, más allá del bajo peso y a veces el aislamiento social, tarden en notar signos de que hay problemas. En la bulimia, en cambio, "la persona es más impulsiva e inestable; incluso lo que le pasa con la comida se traslada a otras áreas de su vida: les cuesta el compromiso, no terminan las cosas, se caracterizan por la inestabilidad, por el `todo o nada`, comen todo o no comen nada", describe.
Por eso es que la ha sorprendido la cantidad de casos en aumento de alcohorexia: de los nuevos TA, el que le resulta más llamativo y el que considera necesita un tratamiento diferencial (al resto los incluye dentro de las patologías específicas que son bulimia y anorexia). "De un tiempo a esta parte, se empezó a ver a personas que no comían y sin embargo tomaban alcohol en exceso. Es sorpresivo porque se trata de personas con terror a engordar y el alcohol está asociado a una ingesta de calorías importante. Pero las ayudaba a sentirse mejor con ellas mismas, a ser parte del grupo (los anoréxicos suelen aislarse y tienen poca vida social). Esto es un desafío para el tratamiento; si ya es difícil el abordaje de la anorexia en sí, la alcohorexia realmente necesita un encare multidisciplinario, porque la persona no siente culpa, no se siente limitada".
La primera vez que se habló de alcohorexia fue para la sección Fashion & Style de la revista de "The New York Times" en marzo de 2008. Starving themselves, cocktail in hand (Matándose de hambre, trago en mano) se titulaba el artículo en el que se describía a esta patología.
Para la médica argentina Poulisis, de los nuevos TA, la alcohorexia es uno de los más peligrosos. "El riesgo mayor es el coma alcohólico, cuadro al que se llega por altas concentraciones de alcohol en sangre. En una mujer con bajo peso que ingiere grandes cantidades de alcohol en forma rápida, los niveles de alcoholemia se eleven muy rápidamente".
Las otras dos nuevas patologías que la experta considera especialmente peligrosas son la diabulimia y la pregorexia. En el primer caso, argumenta, porque "puede generar cuadros de muerte por cetoacidosis diabética y también un deterioro físico de órganos vitales mucho más acelerado debido a la falta de control de las glicemias y la omisión de unidades de insulina".
La gravedad de la pregorexia, en tanto, es tan evidente como insólitas pueden ser las conductas de estas futuras madres (ver faldón arriba). "Comenzar un embarazo con un trastorno alimentario a cuestas no es una situación sencilla. Muchas veces el hecho de tener un bebé en la panza hace que la madre priorice la salud del hijo más que su obsesión por continuar delgada. Pero, en algunos casos, la enfermedad se exacerba, poniendo en riesgo al bebé y a su madre", asevera Poulisis.
Este es, de hecho, el nuevo TA que más impresiona a la experta argentina. "Es muy difícil hacerle entender a una embarazada con un trastorno alimentario la necesidad de dejar de pensar en el aumento de peso más que en la salud de su hijo", por increíble que suene. Asimismo, relata, es frecuente -y atemorizante- ver a mujeres con patologías alimentarias que tienen hijos chicos y observar que no comparten la misma comida, y que los niños comienzan con comentarios como: `Estoy gordo` o `Tengo panza`".
ESPEJITO, ESPEJITO
Por eso es que la ha sorprendido la cantidad de casos en aumento de alcohorexia: de los nuevos TA, el que le resulta más llamativo y el que considera necesita un tratamiento diferencial (al resto los incluye dentro de las patologías específicas que son bulimia y anorexia). "De un tiempo a esta parte, se empezó a ver a personas que no comían y sin embargo tomaban alcohol en exceso. Es sorpresivo porque se trata de personas con terror a engordar y el alcohol está asociado a una ingesta de calorías importante. Pero las ayudaba a sentirse mejor con ellas mismas, a ser parte del grupo (los anoréxicos suelen aislarse y tienen poca vida social). Esto es un desafío para el tratamiento; si ya es difícil el abordaje de la anorexia en sí, la alcohorexia realmente necesita un encare multidisciplinario, porque la persona no siente culpa, no se siente limitada".
La primera vez que se habló de alcohorexia fue para la sección Fashion & Style de la revista de "The New York Times" en marzo de 2008. Starving themselves, cocktail in hand (Matándose de hambre, trago en mano) se titulaba el artículo en el que se describía a esta patología.
Para la médica argentina Poulisis, de los nuevos TA, la alcohorexia es uno de los más peligrosos. "El riesgo mayor es el coma alcohólico, cuadro al que se llega por altas concentraciones de alcohol en sangre. En una mujer con bajo peso que ingiere grandes cantidades de alcohol en forma rápida, los niveles de alcoholemia se eleven muy rápidamente".
Las otras dos nuevas patologías que la experta considera especialmente peligrosas son la diabulimia y la pregorexia. En el primer caso, argumenta, porque "puede generar cuadros de muerte por cetoacidosis diabética y también un deterioro físico de órganos vitales mucho más acelerado debido a la falta de control de las glicemias y la omisión de unidades de insulina".
La gravedad de la pregorexia, en tanto, es tan evidente como insólitas pueden ser las conductas de estas futuras madres (ver faldón arriba). "Comenzar un embarazo con un trastorno alimentario a cuestas no es una situación sencilla. Muchas veces el hecho de tener un bebé en la panza hace que la madre priorice la salud del hijo más que su obsesión por continuar delgada. Pero, en algunos casos, la enfermedad se exacerba, poniendo en riesgo al bebé y a su madre", asevera Poulisis.
Este es, de hecho, el nuevo TA que más impresiona a la experta argentina. "Es muy difícil hacerle entender a una embarazada con un trastorno alimentario la necesidad de dejar de pensar en el aumento de peso más que en la salud de su hijo", por increíble que suene. Asimismo, relata, es frecuente -y atemorizante- ver a mujeres con patologías alimentarias que tienen hijos chicos y observar que no comparten la misma comida, y que los niños comienzan con comentarios como: `Estoy gordo` o `Tengo panza`".
ESPEJITO, ESPEJITO
En 2010, el reality estadounidense American Next Top Model, que en Uruguay se puede ver por la señal para abonados de televisión cable Sony, tuvo como ganadora a Ann Ward, una joven de entonces 19 años que mide 1,88 y pesa 45 kilos; es decir, tiene un Índice de Masa Corporal de 12,73, cuando el IMC saludable, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es de 18,5 a 25. Incluso, de acuerdo a estándares médicos, esta modelo sufriría un grave estado de desnutrición. La imagen de un hombre rodeando su cintura solo con sus manos circuló por todo el mundo, generado enorme polémica porque un concurso televisivo premiaba a una joven con medidas imposibles y claros signos de anorexia. Al final, debido a las críticas, le quitaron el título de ganadora. "Pero la rotación de esa imagen queda instalada en el imaginario colectivo", apunta Poulisis en su libro Los nuevos trastornos alimentarios.
La experta argentina opina que los medios de comunicación ayudan al desarrollo de un TA. El permanente culto a la imagen como valor casi excluyente genera "una severa disminución en la autoestima", asegura. En ese sentido, Argentina es "el caldo de cultivo perfecto" para el desarrollo de un TA, opina en tanto la psicóloga uruguaya Fernández, quien estudió en la Universidad de Buenos Aires. Eso, sumado al gran volumen de población, hace más fácil encontrar todas las nuevas variantes de trastornos alimentarios en ese país.
En las patologías de este tipo no se habla de cura, sino de recuperación. "El paciente debe aprender a lidiar con eso, pero tiene esa tendencia durante toda la vida. A veces se les da el alta y por un conflicto o episodio de estrés les resurge toda la sintomatología", explica la terapeuta.
Lo más difícil en todos los casos es que la persona adhiera al tratamiento; muchos lo abandonan en la mitad. "La primera etapa es `apagar el fuego`: que la persona deje de vomitar, que suba de peso, que mejore los hábitos; en el fondo, que disminuya la idea obsesiva. Una vez que eso está, hay que trabajar con el significado del síntoma, ver qué hay atrás de eso. Sucede que ahí es cuando muchos dejan el tratamiento, porque se empiezan a sentir mejor. Y es una lástima. La OMS plantea que un tratamiento para adicciones debe durar entre cuatro y cinco años, si bien al final es sólo un seguimiento". Lo positivo, destaca Fernández, es que hoy, gracias al caudal de información que se maneja al respecto, muchas consultas llegan "a tiempo", cuando todavía no se configuró un trastorno específico. Antes, siempre se trataba de consultas tardías.
La médica Poulisis coincide en la importancia de esto. "Cuanto más avanzado en el tiempo se encuentra el trastorno, menos posibilidades hay de salirse".
La experta argentina opina que los medios de comunicación ayudan al desarrollo de un TA. El permanente culto a la imagen como valor casi excluyente genera "una severa disminución en la autoestima", asegura. En ese sentido, Argentina es "el caldo de cultivo perfecto" para el desarrollo de un TA, opina en tanto la psicóloga uruguaya Fernández, quien estudió en la Universidad de Buenos Aires. Eso, sumado al gran volumen de población, hace más fácil encontrar todas las nuevas variantes de trastornos alimentarios en ese país.
En las patologías de este tipo no se habla de cura, sino de recuperación. "El paciente debe aprender a lidiar con eso, pero tiene esa tendencia durante toda la vida. A veces se les da el alta y por un conflicto o episodio de estrés les resurge toda la sintomatología", explica la terapeuta.
Lo más difícil en todos los casos es que la persona adhiera al tratamiento; muchos lo abandonan en la mitad. "La primera etapa es `apagar el fuego`: que la persona deje de vomitar, que suba de peso, que mejore los hábitos; en el fondo, que disminuya la idea obsesiva. Una vez que eso está, hay que trabajar con el significado del síntoma, ver qué hay atrás de eso. Sucede que ahí es cuando muchos dejan el tratamiento, porque se empiezan a sentir mejor. Y es una lástima. La OMS plantea que un tratamiento para adicciones debe durar entre cuatro y cinco años, si bien al final es sólo un seguimiento". Lo positivo, destaca Fernández, es que hoy, gracias al caudal de información que se maneja al respecto, muchas consultas llegan "a tiempo", cuando todavía no se configuró un trastorno específico. Antes, siempre se trataba de consultas tardías.
La médica Poulisis coincide en la importancia de esto. "Cuanto más avanzado en el tiempo se encuentra el trastorno, menos posibilidades hay de salirse".
Excesos, vergüenza y culpas
Alcohorexia
Alcohorexia
También llamada drunkorexia (por drunk,"tomar" en inglés), es la combinación de bulimia o anorexia con abuso de alcohol. Se da sobre todo en mujeres jóvenes que beben en exceso y creen compensar esa alta ingesta de calorías suprimiendo o restringiendo las comidas.
Vigorexia
Vigorexia
Obsesión por definir el cuerpo y realzar los músculos a través del ejercicio físico. Es la única patología alimentaria en la que los pacientes son hombres en su mayoría. Se la conoce también como Dismorfia Muscular; recientemente descrito como una subcategoría de los Trastornos Dismórficos Corporales que a su vez es una subcategoría del Trastorno Obsesivo Compulsivo, en el manual de psiquiatría DSM IV.
Pregorexia
Pregorexia
Combinación del embarazo con un trastorno alimentario (ver faldón).
Diabulimia
Diabulimia
Trastornos alimentarios en pacientes diabéticos. Entre otras cosas, dejan de inyectarse insulina para bajar de peso.
Ortorexia
Ortorexia
Preocupación patológica por una dieta sana. Se restringen tanto los alimentos en busca de "lo mejor" que se suprimen nutrientes necesarios y, paradójicamente, se perjudica la salud.
Trastorno por atracón
Trastorno por atracón
Es el de mayor frecuencia. Al tiempo que siguen dietas restrictivas experimentan compulsión por comer grandes cantidades de alimentos hipercalóricos en cortos períodos de tiempo. Cuando el episodio compulsivo termina, aparece la culpa, vergüenza y odio a sí mismos. En general no incurren en conductas compensatorias (vómitos, ejercicio, etc.).
Fuente: elpais.com.uy
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