Los padres que no saben transmitir afecto a sus hijos pueden causarles problemas en el desarrollo de sus personalidades e incluso llegar a provocar enfermedades tanto psíquicas como físicas. La atención que se le dé al chico, sobre todo durante sus primeros años, influirá en su maduración como sujeto.
Los niños a los que no les llega el cariño de sus padres, según explicó la psicóloga Eva Rotenberg -autora del libro Hijos difíciles-padres desorientados. Padres difíciles-padres desorientados- pueden “sentirse muy solos” y desarrollar, en algunos casos, trastornos en la conducta como “paranoia, autismo, psicosis o baja autoestima”, por ejemplo, perjudicándolos en su vida personal y en sus relaciones con el entorno. Además, esto puede disminuir la eficacia del cerebro y generar enfermedades producto de un sistema inmune débil, porque según explicó la especialista “el afecto y el diálogo desarrollan las neuronas y ayudan a hacer sinapsis”. En este sentido, Rotenberg afirmó también: “Incluso los niños pueden llegar a morir si se sienten solos”.
Las fallas en la relación entre padres e hijos pueden provocar que el chico sea inseguro, porque al no sentirse querido no logra valorizarse como persona: “El afecto es una brújula interna, construye el sentido común, que es lo más difícil de desarrollar en un individuo, porque lo ayuda a elegir, a hacerse respetar”, dijo Rotenberg y agregó: “Sin esa brújula, se siente perdido”.
El psicólogo y psicoterapeuta Miguel Espeche explica en su libro Criar sin miedo: “Al chico lo sostiene la confianza. Ésta tiene por ingredientes coraje, deseo, entusiasmo... Y lo que lleve de sus padres en el corazón y la mente. Allí, en su interior y no tanto en el afuera, se va forjando el punto de equilibrio y energía, el referente a partir del cual todo encuentra su lugar y sobre el cual se construye todo un destino. A través de la mano del padre o la madre se transmiten muchas cosas”. El psicólogo británico John Bowlby, quien formuló la Teoría del Apego en la década del 60, postuló que los padres de los chicos deben construirse como referentes cercanos a sus hijos para darles confianza porque “un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas” se siente seguro.
El problema central es que muchos padres no saben cómo transmitir el afecto a sus hijos, lo que los paraliza y los lleva a poner demasiados límites o bien, a no ponerlos.
El psicólogo y psicoterapeuta Miguel Espeche explica en su libro Criar sin miedo: “Al chico lo sostiene la confianza. Ésta tiene por ingredientes coraje, deseo, entusiasmo... Y lo que lleve de sus padres en el corazón y la mente. Allí, en su interior y no tanto en el afuera, se va forjando el punto de equilibrio y energía, el referente a partir del cual todo encuentra su lugar y sobre el cual se construye todo un destino. A través de la mano del padre o la madre se transmiten muchas cosas”. El psicólogo británico John Bowlby, quien formuló la Teoría del Apego en la década del 60, postuló que los padres de los chicos deben construirse como referentes cercanos a sus hijos para darles confianza porque “un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas” se siente seguro.
El problema central es que muchos padres no saben cómo transmitir el afecto a sus hijos, lo que los paraliza y los lleva a poner demasiados límites o bien, a no ponerlos.
El filósofo Jaime Barylko aconsejó en su libro Los hijos y los límites “Ni la disciplina autoritaria, ni la permisividad abandónica”. Rotemberg explicó que estas fallas se deben a que muchas veces los padres no saben cómo tener en cuenta a sus hijos y construyen una relación en la que puede haber “pocas palabras, autoritarismo, padres que piensan que siempre tienen la razón, o que compran objetos pensando que así los chicos se van a sentir queridos y, por el contrario, ellos se sienten sobornados”. Espeche afirmó en su libro: “Mi convicción es que, más que comprar sistemas, hay que entender y percibir por dónde circula el amor, cómo se vuelve viva y luminosa la experiencia de la paternidad, por dónde van las reales energías, renunciando a dominar `técnicamente´ las circunstancias, un `dominio´ que suele despojarlas de alma”.
La relación entre padres e hijos es el vínculo primario de todo individuo y su importancia es tal, que influirá directamente en todas las etapas de la vida a nivel psíquico, físico y social. Según Barylko, la educación “es formar a alguien para que salga de sí” y se relacione con los otros y, en este sentido, los padres cumplen un rol crucial. Espeche utiliza en Criar sin miedo la metáfora de que los padres son a los hijos lo que un faro a los navegantes: “La luz del faro es el amor. Es algo que va más allá de la física, pero no reniega de ella. Para un hijo, saber que hay alguien en el mundo generando luz y que esa luz es, también, para él, ya es un elemento que lo hará honrar su propia vida, al sentirla valiosa”.
La relación entre padres e hijos es el vínculo primario de todo individuo y su importancia es tal, que influirá directamente en todas las etapas de la vida a nivel psíquico, físico y social. Según Barylko, la educación “es formar a alguien para que salga de sí” y se relacione con los otros y, en este sentido, los padres cumplen un rol crucial. Espeche utiliza en Criar sin miedo la metáfora de que los padres son a los hijos lo que un faro a los navegantes: “La luz del faro es el amor. Es algo que va más allá de la física, pero no reniega de ella. Para un hijo, saber que hay alguien en el mundo generando luz y que esa luz es, también, para él, ya es un elemento que lo hará honrar su propia vida, al sentirla valiosa”.
Fuente: clarin.com
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