Nuevas estimaciones elevan la cifra de personas en riesgo de contraer el dengue de 2.000 a 3.600 millones y los infectados de 50 a 500 millones, mientras la globalización acelera aún más la incidencia del mal.
Sin tratamiento, el control del mosquito que transmite el virus y la vacuna son hoy más necesarios que nunca, afirman los expertos.
"El dengue es la enfermedad tropical más olvidada que existe y al mismo tiempo es la enfermedad transmitida por un mosquito de más rápida expansión", afirma Pratap Singhasivanon, decano de la facultad de Medicina Tropical de la Universidad Mahidol, en Tailandia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dengue es unaenfermedad endémica en 100 países del mundo, incluyendo la casi totalidad de las naciones de América Latina y el Sudeste Asiático; entre 50 y 100 millones de personas contraen la enfermedad anualmente; 500.000 de ellas padecen la versión más grave, conocida como hemorrágica; y unas 22.000 mueren.
Sin embargo, Singhasivanon afirma que, según las estimaciones de los centros de investigación especializados en la materia, la situación es peor: 128 países endémicos, 3.600 millones de personas en riesgo, y entre 70 y 500 millones de afectados, con 2 millones de ellos desarrollando la versión severa.
"El baile de cifras se debe en parte a que muchos de los casos no se registran, y también a un mal diagnóstico", señala a su vez Leo Yee Sin, profesora del departamento de Enfermedades Infecciosas de Hospital Seng, en Singapur.
"Pero lo que está claro es que el número está incrementando desde 1980 y esa tendencia no cambia", agrega Singhasivanon.
El mosquito que pica de día
De ello es muy consciente el doctor Suthee Yoksan, que trabaja desde hace más de 20 años en la búsqueda de la vacuna del dengue a través del estudio de su vector transmisor: la hembra del mosquito Aedes Aegypti (Asia) o Aedes Albopictus (resto, especialmente América Latina) que necesita la proteína de la sangre para poder gestar a sus larvas.
El mosquito es urbano y pica de día, un factor que lo convierte de cierta forma en más peligroso que el que transmite la malaria, que pica de noche.
Yoksan trabaja en un laboratorio que es una auténtica "granja de mosquitos", en la que los machos y hembras se reproducen y aportan un flujo incesante de larvas a las que inocular el virus para estudiar cómo reaccionan los anticuerpos.
Los mosquitos que se utilizan en el laboratorio no son los Aedes, sino los conocidos como "gigantes" porque son mucho más fáciles de manipular.
Para poder inyectarles el virus los colocan sobre hielo unos segundos hasta que quedan inconscientes; esperan 15 días -el periodo de incubación- y es en ese momento cuando Vipada Suksopee, una de las científicas del laboratorio, les corta la cabeza con una sorprendente destreza.
"Los guillotinamos porque es en las glándulas salivares donde se concentra el virus", puntualiza Yoksan, que explica que posteriormente son capaces de detectar no sólo si el mosquito estaba infectado, sino también el tipo de dengue con el que se han infectado.
Realmente no hay un solo virus del dengue, sino cuatro, dado que tiene cuatro cepas o serotipos que contagian por separado. Además, no solo no inmunizan contra los otros tres en caso de contraer uno de ellos, sino que aumenta la severidad al segundo o tercer contagio.
De ello es muy consciente el doctor Suthee Yoksan, que trabaja desde hace más de 20 años en la búsqueda de la vacuna del dengue a través del estudio de su vector transmisor: la hembra del mosquito Aedes Aegypti (Asia) o Aedes Albopictus (resto, especialmente América Latina) que necesita la proteína de la sangre para poder gestar a sus larvas.
El mosquito es urbano y pica de día, un factor que lo convierte de cierta forma en más peligroso que el que transmite la malaria, que pica de noche.
Yoksan trabaja en un laboratorio que es una auténtica "granja de mosquitos", en la que los machos y hembras se reproducen y aportan un flujo incesante de larvas a las que inocular el virus para estudiar cómo reaccionan los anticuerpos.
Los mosquitos que se utilizan en el laboratorio no son los Aedes, sino los conocidos como "gigantes" porque son mucho más fáciles de manipular.
Para poder inyectarles el virus los colocan sobre hielo unos segundos hasta que quedan inconscientes; esperan 15 días -el periodo de incubación- y es en ese momento cuando Vipada Suksopee, una de las científicas del laboratorio, les corta la cabeza con una sorprendente destreza.
"Los guillotinamos porque es en las glándulas salivares donde se concentra el virus", puntualiza Yoksan, que explica que posteriormente son capaces de detectar no sólo si el mosquito estaba infectado, sino también el tipo de dengue con el que se han infectado.
Realmente no hay un solo virus del dengue, sino cuatro, dado que tiene cuatro cepas o serotipos que contagian por separado. Además, no solo no inmunizan contra los otros tres en caso de contraer uno de ellos, sino que aumenta la severidad al segundo o tercer contagio.
Buscando una vacuna
Precisamente, la gran ventaja -y la gran dificultad- de crear la vacuna contra el dengue es que tiene que ser tetravalente, es decir, que inmunice contra los cuatro serotipos.
Hay muchos otros proyectos en marcha, pero en estadios menos avanzados, como el del Instituto Estadounidense de Salud (NHI); la inglesa GSK que trabaja junto a la brasileña Fundación Oswaldo Cruz; la estadounidense Merck; el Instituto Pasteur (Francia) y el brasileño Butantan.
Actualmente, Sanofi Pasteur está llevando a cabo ensayos clínicos en 28.000 personas en 10 países del mundo, y se espera que en septiembre se conozcan los primeros resultados de efectividad en 4.000 pacientes de la región de Ratchaburi, en Tailandia.
Aunque nadie quiere confesarlo abiertamente, aparentemente la comunidad científica intuye que estos serán muy positivos y, dado que la empresa ya ha construido el centro de producción específico para la vacuna del dengue, si las autoridades la certifican, ésta podría estar lista para ser inoculada en 2015.
Para ello, los países que la necesitarán precisan contar con datos epidemiológicos suficientes que les permitan crear un programa de inmunización dotado de recursos y fondos.
Hay algunos países como Brasil, México, Singapur o Tailandia, que ya están trabajando intensamente, pero el proceso necesita como mínimo un año y medio.
Se necesita, sobre todo, determinar la edad óptima para vacunar y eso varía no sólo de país a país, sino de región a región en naciones de gran tamaño, porque depende del grado de inmunización de la población en función de cuánto tiempo hace que el virus está presente.
La capacidad de producción de Sanofi será de 100 millones de vacunas anualmente, pero se necesitarán muchas más para controlar el contagio de la segunda enfermedad tropical más extendida en el mundo.
Precisamente, la gran ventaja -y la gran dificultad- de crear la vacuna contra el dengue es que tiene que ser tetravalente, es decir, que inmunice contra los cuatro serotipos.
Hay muchos otros proyectos en marcha, pero en estadios menos avanzados, como el del Instituto Estadounidense de Salud (NHI); la inglesa GSK que trabaja junto a la brasileña Fundación Oswaldo Cruz; la estadounidense Merck; el Instituto Pasteur (Francia) y el brasileño Butantan.
Actualmente, Sanofi Pasteur está llevando a cabo ensayos clínicos en 28.000 personas en 10 países del mundo, y se espera que en septiembre se conozcan los primeros resultados de efectividad en 4.000 pacientes de la región de Ratchaburi, en Tailandia.
Aunque nadie quiere confesarlo abiertamente, aparentemente la comunidad científica intuye que estos serán muy positivos y, dado que la empresa ya ha construido el centro de producción específico para la vacuna del dengue, si las autoridades la certifican, ésta podría estar lista para ser inoculada en 2015.
Para ello, los países que la necesitarán precisan contar con datos epidemiológicos suficientes que les permitan crear un programa de inmunización dotado de recursos y fondos.
Hay algunos países como Brasil, México, Singapur o Tailandia, que ya están trabajando intensamente, pero el proceso necesita como mínimo un año y medio.
Se necesita, sobre todo, determinar la edad óptima para vacunar y eso varía no sólo de país a país, sino de región a región en naciones de gran tamaño, porque depende del grado de inmunización de la población en función de cuánto tiempo hace que el virus está presente.
La capacidad de producción de Sanofi será de 100 millones de vacunas anualmente, pero se necesitarán muchas más para controlar el contagio de la segunda enfermedad tropical más extendida en el mundo.
Fuente: elmundo.es
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