El conocimiento del cerebro, especialmente a partir de lesiones y neuroimágenes, permitiría dar un vuelco a la educación, en su forma y contenido, para construir una sociedad más solidaria y empática.
Existe una profunda relación entre las expresiones artísticas y las funciones neuronales, pues la corteza insular del cerebro no solo da cabida a los sentimientos de conciencia, sino que también proporciona la experiencia subjetiva emocional y su representación en el cuerpo de los seres humanos.
Entender el funcionamiento del cerebro a partir del arte podría ser la clave para acercar al individuo a sus propios sentimientos y, por otra parte, podría acercar la subjetividad a la objetividad. Pero esto requiere un profundo análisis de las funciones cerebrales. Para ello, la danza es bastante útil como herramienta, al representar la conjunción de otras artes.
La danza y el cerebro
Desde el punto de vista de las neurociencias, se estima que la danza representa el pensamiento convertido en acción y que puede abarcar diferentes corrientes artísticas dentro de sí. Así lo afirma el doctor Roberto Amador, docente de la Universidad Nacional de Colombia: “La danza como expresión humana es utilizada para pintar, para la música, para hablar, es decir: forma parte de todas las formas de lenguaje, unas más evidentes que otras; pero la interiorización del movimiento es la base evolutiva del pensamiento”.
Con el fin de comprender la estrecha relación entre danza, movimiento y cerebro, el grupo Fundación Festival Art de Colombia (conformado por niñas de siete a diez años), se presentó en la cuarta sesión de la Cátedra Arte y Cerebro, celebrada en Bogotá y organizada por la Universidad Nacional de Colombia.
Acompañadas de las palabras del psicólogo Rafael Pardo y de la bailarina y coreógrafa Adriana Echavarría, las niñas explicaron la grandeza de la danza clásica e integraron el abanico de propuestas del movimiento, mediante posturas, giros, variaciones y manejo del espacio.
La estética del movimiento es el propio pensamiento, pero con sentimiento; y la experiencia estética de la danza se produce gracias a la secuencia del movimiento y a su predicción. “El cuerpo necesita de una organización alrededor de sus propios componentes (ya sea el torso, los miembros superiores, la mirada, la cabeza o las extremidades inferiores), y todos relacionados con el espacio personal. La coreografía no es solo inventar movimientos: es evaluar los efectos perceptuales y emocionales de un movimiento en particular o de una configuración espacial”, explicó el profesor Amador.
Para el maestro Carlos Jacanamijoy, pintor invitado a la cátedra, el movimiento de los ojos al hacer un barrido y la posterior emulación de la realidad que hace el cerebro permite que esa información sea recordada y aplicada para prever el futuro.
El arte tiene la capacidad de transformarse para transmitir diferentes sentimientos. Por esta razón, Jacanamijoy cambió su tradicional lienzo plano por el cuerpo de las niñas, para así explicar, a través de su obra, “la belleza del cuerpo, del trazo, del gesto, de la coreografía cerebral, del origen del arte y la estética y cómo una obra pictórica, considerada plástica, también tiene temporalidad, pues al colgarla en la pared desaparece”, en términos del profesor Amador.
Finalmente, el movimiento es la expresión primaria del arte. Y, a través de la danza, se configuran diferentes artes que permiten sensibilizar y cambiar la visión de quien la realiza o de quien la explora.
Fuente: tendencias21.net
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