A pesar de la creencia popular, los tics no son un trastorno raro entre los niños. En España, los movimientos o sonidos repentinos y repetitivos -tics- se manifiestan en el 17% de la población infantil, esto es, en uno de cada seis niños, según un último estudio publicado en 'Pediatric Neurology'. La mayoría de los tics son leves, sin repercusión funcional, y con el paso del tiempo, incluso, se superan. Sin embargo, en algunos afectados, se asocian a otros trastornos que pueden interferir en el proceso de aprendizaje.
Los tics afectan a uno de cada seis niños españoles, una cifra nada despreciable. Son más habituales en niños que en niñas y disminuyen su intensidad o desaparecen con la edad. Así concluye un estudio del Hospital General Yagüe de Burgos, cuya autora principal es Esther Cubo. La investigación, publicada en la revista 'Pediatric Neurology', indica que, aunque son un trastorno leve, hay mucho desconocimiento entre la población y la comunidad médica.
Este trabajo es el segundo que se realiza en España, con una mayor muestra (1.158 escolares burgaleses) que el primero. Con él, los especialistas han podido concretar la prevalencia de afectados. También se ha precisado que el porcentaje de niños con tics en las escuelas ordinarias se cifra en un 16,86%, mientras que en los centros de educación especial alcanza un 20,37%. Entre los diagnósticos más graves que sufrían los escolares con esta alteración, figuran tics motores crónicos (6,07%) y síndrome de Tourette (5,26%).
El motivo de los tics
Un tic es un movimiento involuntario que se desarrolla de manera brusca. Son movimientos o sonidos repentinos y repetitivos que se suceden con regularidad a lo largo del día. Los más habituales en las consultas médicas son los del parpadeo y del cuello. Otros menos frecuentes se manifiestan con muecas en la cara o afectan a la musculatura abdominal y favorecen la manifestación de sonidos similares al hipo.
El tic es una alteración en el circuito entre los ganglios basales (células nerviosas que se hallan cerca de la base del cerebro, asociadas al movimiento) y la corteza motora (responsable de planificar, controlar y ejecutar las funciones motoras voluntarias). Los estudios de neuroimagen muestran que en las personas con tics hay ciertas áreas del cerebro que están sobreactivadas o que no se activan de forma correcta para suprimir estos movimientos o sonidos involuntarios.
El mayor problema de los tics, según los especialistas, es que a menudo llevan asociados otros problemas, como el trastorno por déficit de atención, o situaciones de estrés, depresión o ansiedad, con consecuencias nocivas para el desarrollo escolar y psicosocial del niño. Los datos estiman que la mitad de todos los niños con tics tienen trastorno de hiperactividad y déficit de atención (THDA) y los síntomas de este pueden ser más invalidantes para los afectados que los tics en sí.
Tics: de movimiento o sonoros
Aunque el afectado puede reprimir el tic durante un periodo de tiempo limitado, siente la necesidad irresistible de manifestarlo, una especie de urgencia angustiosa. Luego, cuando realiza estos movimientos, experimenta una sensación de alivio. Los tics son breves y espasmódicos, y surgen de manera continua sin ritmo. Aumentan con estrés, disminuyen con la relajación y desaparecen durante el sueño. Los tics pueden ser sonoros o de movimiento e involucrar, a su vez, a brazos, piernas u otras localizaciones musculares.
Unos y otros se distribuyen en simples y complejos. Cuando son movimientos repentinos y breves que implican un número limitado de músculos, se les considera simples. Si son movimientos de sucesivos grupos musculares, se denominan complejos (o "manierismos", según algunos autores). Pero los límites no están bien definidos y hay subcategorías. Ejemplo de ellas son:
Unos y otros se distribuyen en simples y complejos. Cuando son movimientos repentinos y breves que implican un número limitado de músculos, se les considera simples. Si son movimientos de sucesivos grupos musculares, se denominan complejos (o "manierismos", según algunos autores). Pero los límites no están bien definidos y hay subcategorías. Ejemplo de ellas son:
- Tics motores simples: parpadear rápido, sacudir el cuello, encoger los hombros, apretar puños, encoger los dedos de los pies, hacer muecas, abrir la boca, levantar las cejas, mover las manos de manera espasmódica, sacar la lengua, encoger la nariz o abrir los orificios nasales, entre otros.
- Tics vocales simples: aclarar la garganta, toser, gruñir, inspirar o resoplar, silbar, sisear, sorber por la nariz o acentuar palabras.
- Tics motores complejos: golpearse a sí mismo, saltar, tocarse a sí mismo o a los demás, olerse las manos, olfatear objetos, imitar los movimientos que realiza otra persona (ecopraxia o ecocinesis), realizar gestos obscenos (copropaxia).
- Tics vocales complejos: tendencia patológica a pronunciar obscenidades (coprolalia o cacolalia), repetir de forma involuntaria una palabra o frase que acaba de pronunciar otra persona en su presencia (ecolalia) o repetir de manera espontánea e involuntaria ciertas sílabas o palabras (palilalia), entre otros.
El síndrome de Tourette, la enfermedad de Parkinson, el Alzheimer, el síndrome de Asperger o el autismo son algunos de los trastornos neurológicos que se caracterizan por tener tics vocales complejos entre sus síntomas.
Tratamiento para los tics
Por lo general, no hay necesidad de acudir al médico para consultar por un tic, a menos que sea severo o altere mucho la calidad de vida del afectado. Ante todo, es necesario que la familia tenga una actitud tranquila: de nada sirve que el niño se sienta vigilado, culpado o menospreciado por su causa. Ello no hará más que alimentar su ansiedad; no hay que olvidar que los tics son de control difícil y que aumentan en situaciones de estrés.
Si afecta a la vida diaria del pequeño, se pueden usar fármacos que contrarresten la función de la dopamina, ya que los tics son fruto de un exceso de esta sustancia. La medicación puede paliar y aliviar los tics y sus síntomas, aunque los especialistas también recomiendan hacer una terapia cognitivo-conductual y enseñarle al pequeño técnicas de relajación.
El síndrome de Tourette
El síndrome de Tourette -en honor al neurólogo francés Gilles de la Tourette, que lo describió por primera vez en 1885- es un trastorno neuropsiquiátrico del desarrollo caracterizado por tics fónicos y motores crónicos. Afecta más a los varones y los primeros síntomas se inician entre los 7 y los 10 años. Es un trastorno crónico, a pesar de que la intensidad de los tics es muy variable. Se cree que el origen está en una disfunción de los ganglios basales, pero aún no se conoce con exactitud cuáles son los genes responsables o los factores ambientales que lo desencadenan. El desconocimiento que hay de la enfermedad hace que el diagnóstico se haga de manera tardía.
Los datos estiman que cerca de 25.000 niños españoles sufren este síndrome. Los afectados tienen una inteligencia normal, a menudo incluso superior a la media, aunque debido a los tics, o con mayor probabilidad a los trastornos asociados (trastorno obsesivo compulsivo o por déficit de atención e hiperactividad del sueño, de conducta, depresión o ansiedad, entre otros muchos), pueden implicar problemas de aprendizaje.
Instaurar el tratamiento más adecuado mejora la calidad de vida de los afectados. Este se basa en terapia educacional, farmacológica (los agonistas alfa2-adrenérgicos y los neurolépticos son los medicamentos de primera elección) y, en algunos casos graves, en técnicas quirúrgicas.
Por lo general, no hay necesidad de acudir al médico para consultar por un tic, a menos que sea severo o altere mucho la calidad de vida del afectado. Ante todo, es necesario que la familia tenga una actitud tranquila: de nada sirve que el niño se sienta vigilado, culpado o menospreciado por su causa. Ello no hará más que alimentar su ansiedad; no hay que olvidar que los tics son de control difícil y que aumentan en situaciones de estrés.
Si afecta a la vida diaria del pequeño, se pueden usar fármacos que contrarresten la función de la dopamina, ya que los tics son fruto de un exceso de esta sustancia. La medicación puede paliar y aliviar los tics y sus síntomas, aunque los especialistas también recomiendan hacer una terapia cognitivo-conductual y enseñarle al pequeño técnicas de relajación.
El síndrome de Tourette
El síndrome de Tourette -en honor al neurólogo francés Gilles de la Tourette, que lo describió por primera vez en 1885- es un trastorno neuropsiquiátrico del desarrollo caracterizado por tics fónicos y motores crónicos. Afecta más a los varones y los primeros síntomas se inician entre los 7 y los 10 años. Es un trastorno crónico, a pesar de que la intensidad de los tics es muy variable. Se cree que el origen está en una disfunción de los ganglios basales, pero aún no se conoce con exactitud cuáles son los genes responsables o los factores ambientales que lo desencadenan. El desconocimiento que hay de la enfermedad hace que el diagnóstico se haga de manera tardía.
Los datos estiman que cerca de 25.000 niños españoles sufren este síndrome. Los afectados tienen una inteligencia normal, a menudo incluso superior a la media, aunque debido a los tics, o con mayor probabilidad a los trastornos asociados (trastorno obsesivo compulsivo o por déficit de atención e hiperactividad del sueño, de conducta, depresión o ansiedad, entre otros muchos), pueden implicar problemas de aprendizaje.
Instaurar el tratamiento más adecuado mejora la calidad de vida de los afectados. Este se basa en terapia educacional, farmacológica (los agonistas alfa2-adrenérgicos y los neurolépticos son los medicamentos de primera elección) y, en algunos casos graves, en técnicas quirúrgicas.
Fuente: consumer.es
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