La intervención, mínimamente invasiva, se ensaya en pacientes que no responden a medicación.
Es una especie de marcapasos a distancia. En vez de situar el dispositivo electroimpulsor conectado con el corazón, se ha buscado una vía de estimular y coordinar los latidos sin tocar este órgano. Para ello, el ensayo Nectar (acrónimo un tanto forzado de Neural Cardiac Therapy for Heart Failure Study) actúa sobre el nervio vago, una de las conexiones entre el cerebro y el corazón.
Se trata de un tratamiento muy novedoso que, según el registro de ensayos clínicos del Gobierno de EE UU, está todavía en fase II. Esta corresponde a la que busca empezar a medir la eficacia, una vez que se ha descartado, en la fase I, que se trata de algo peligroso. Lo patrocina la multinacional Boston Scientific, y el implante que ha realizado la Clínica de la Universidad de Navarra es el cuarto del mundo.
“Se trata de una intervención sofisticada, pero de bajo riesgo, que se realiza bajo anestesia general, en la que no es necesario seccionar ninguna estructura anatómica a excepción de la piel”, asegura el neurocirujano Bartolomé Bejarano. El tiempo estimado de la cirugía es de unas dos horas y el paciente habitualmente no precisa ingreso en UCI. El alta hospitalaria suele obtenerse al día siguiente de la operación.La estimulación del nervio se hace enrollando a su alrededor un dispositivo helicoidal. El objetivo es reducir la disnea y la fatiga.
La insuficiencia cardiaca se produce cuando el corazón no tiene la capacidad suficiente para bombear sangre y satisfacer las necesidades del organismo. Se estima que actualmente cerca de 14 millones de europeos sufren esta patología. Los candidatos para el ensayo son aquellos “que presenten una insuficiencia cardiaca en grado funcional 3, es decir, que tengan dificultad para subir andando un piso y no respondan a tratamiento farmacológico convencional ni a otro tipo de terapias adecuadas como la implantación de un dispositivo de resincronización cardiaca (marcapasos)”, indican José Ignacio García Bolao y Juan José Gavira, investigadores principales del estudio.
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