Diez años después del tratamiento están sanos y no han sufrido efectos secundarios.
Un americano que vivía en Berlín se convirtió hace unos años en el paciente más solicitado del mundo. Había vencido al sida y a la leucemia después de someterse a una terapia génica. Esta estrategia, que aún se aplica de forma experimental, consiste en manipular genes y células del organismo para corregir una enfermedad. En su caso se lograron curar dos graves dolencias, tras un tratamiento radical que incluyó quimio y radioterapia, trasplante de médula ósea y terapia génica.
Su caso era excepcional y el tratamiento muy agresivo para aplicar a todos los pacientes con VIH, pero se abría la puerta a una solución definitiva en un horizonte en el que no hay una vacuna contra el sida y los fármacos generan resistencias y graves efectos secundarios.
La historia de la terapia génica es como una montaña rusa, una historia con altibajos, plagada de éxitos y fracasos. Ahora once años después de los primeros pacientes de VIH tratados con este procedimiento, Carl June, uno de los investigadores pioneros, demuestra que es «eficaz y segura». June ha reunido los resultados de tres ensayos clínicos, entre 1998 y 2002. «Tenemos 43 pacientes y están todos sanos», explica.
Los resultados, que se publican en la revista «Science Translational Medicine», confirman la seguridad de esta técnica y la posibilidad de contar con esta poderosa herramienta. No solo para luchar contra el virus del sida sino contra el cáncer y una gran variedad de enfermedades.
Células «asesinas»
Los pacientes seropositivos fueron tratados con células de su sistema inmune, modificadas genéticamente. Se transforman en una especie de misil teledirigido para actuar contra el VIH. Y para lograr que llegaran a su blanco se transportaron en un virus del sida inactivado, sin capacidad de infectar. El virus se convierte en un vehículo para transportar el arma genética contra el sida. Cada paciente recibió una o más infusiones con millones de estas células modificadas, un ejército de «células asesinas» contra el VIH.
En ninguno de los pacientes tratados surgieron cánceres ni otros problemas. Después de una década, esas células modificadas aún persisten en el organismo, preparadas para acabar con nuevas células infectadas con el VIH. Por eso, June cree que es el momento de iniciar tratamientos similares para enfermedades que no sean mortales, como la artritis.
Los pacientes seropositivos fueron tratados con células de su sistema inmune, modificadas genéticamente. Se transforman en una especie de misil teledirigido para actuar contra el VIH. Y para lograr que llegaran a su blanco se transportaron en un virus del sida inactivado, sin capacidad de infectar. El virus se convierte en un vehículo para transportar el arma genética contra el sida. Cada paciente recibió una o más infusiones con millones de estas células modificadas, un ejército de «células asesinas» contra el VIH.
En ninguno de los pacientes tratados surgieron cánceres ni otros problemas. Después de una década, esas células modificadas aún persisten en el organismo, preparadas para acabar con nuevas células infectadas con el VIH. Por eso, June cree que es el momento de iniciar tratamientos similares para enfermedades que no sean mortales, como la artritis.
Fuente: abc.es
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